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Revueltas en las periferias francesas
por : Lucas Pizzutti

03 Nov 2005 |

Hoy las periferias parisinas se encuentran en revuelta.
Desde hace 7 noches (al momento de escribir este a rtículo, 3 de noviembre), importantes grupos de jóvenes de las barriadas más empobrecidas se enfrentan con la policía. El estallido se inició en Clichy-sous-bois, periferia norte de París, y la sexta noche se extendió a gran parte de la periferia norte de la capital. Por las noches, los jóvenes en pequeños grupos atacan con piedras y molotovs a las fuerzas represivas, y a las representaciones de las instituciones como las intendencias. Mientras que el Presidente Chirac llama a la “calma”, el primer ministro De Villepin dijo en la Asamblea nacional que la prioridad del gobierno es la de « reestablecer el orden lo antes posible ». El gobierno está dividido en el ala más “europeísta” y que hace alarde de ser más “social” de Chirac y De Villepin, el otro sector está encabezado por el “neoliberal” “atlantista” y “duro” Nicolas Sarkozy. Si bien algunos como el ministro Azouz Begag critican el “discurso guerrero” de Sarkozy, nada dicen de la intervención policial. Sobre este tema están completamente de acuerdo: el gobierno viene de reunirse esta mañana para tratar el tema, y ha anunciado que “no perderá el control del territorio”, lo que significa más represión. Lo cual no evitará la continuidad de las revueltas. Lo que se está poniendo a la vista es la “otra Francia”, de millones de pobres que viven en las periferias de las ciudades, y que en general tienen orígen africano. Pero ahora veremos las razones por las cuales todo esto se desencadena en Francia.

En la noche del jueves 27 de octubre, tres jóvenes de menos de 17 años (de origen africano y turco) que, aterrados, intentaban escapar de una de las duras y habituales “rondas” de hostigamiento de la policía en la localidad periférica de Clichy-sous-bois, se escondieron en una central eléctrica. Ellos estaban jugando al fútbol junto a otros 10 amigos y al ver a la policía huyeron, fundamentalmente porque varios de ellos no tenían “papeles”. Dos de ellos murieron y el tercero (se llama Metin, y no tiene papeles) aún se encuentra en grave estado. Esto no es obra de la casualidad ni de la “imprudencia” de estos muchachos: esto es producto lógico de la política de “tolerancia cero” que consiste en reprimir y aterrorizar a los jóvenes de las barriadas pobres y periféricas de las ciudades francesas. Ya en el 2002, el actual presidente Jacques Chirac, basó la campaña para su reelección en el refuerzo del aparato represivo, y particularmente el aumento de policías en las zonas más degradadas, donde residen particularmente los inmigrantes (o sus hijos) originarios en su mayoría de países árabes o del Africa negra.

Es obvio decir que en estas barriadas de grises monoblocks insalubres, la desocupación duplica la media nacional (10% en Francia, 20% en estas periferias) y las mayorías son de origen musulmán (80% en el caso de Clichy-sous-bois, según Le Monde). El mismo saqueo de los países imperialistas a los países del llamado “Tercer Mundo”, provoca que millones de africanos, árabes, asiáticos o latinoamericanos se vean obligados a emigrar a los países imperialistas. En Francia, ex potencia colonial del Africa, residen varios millones de extranjeros (africanos o árabes en su mayoría). Pero aún los hijos o nietos de los inmigrantes llegados en décadas anteriores siguen siendo “extranjeros”, por su color de la piel o condición social. A esto se le suma la estigmatización que sufren por el hecho de que la mayoría de ellos son de religión islámica, acusación redoblada a partir del 11 de setiembre del 2001. El Islam es la segunda religión de Francia, ya que cuenta con más de 5 millones de fieles (cerca del 10% de la población). Para los ellos encontrar un trabajo cuesta el doble por los prejuicios racistas de la patronal, amen de que son los que hacen los peores trabajos. No olvidemos tampoco que durante el verano europeo, 3 edificios habitados en su mayoría por africanos terminaron incendiados y murieron decenas de personas entre ellos muchos niños. Esto tampoco es casual: o fueron intencionales, o lo precario de las instalaciones permite que se incendien facilmente; no era difícil saber el fin que podían tener. En esta misma situación se encuentran los habitantes de las periferias que están en revuelta. En una de sus tantas acciones provocativas, la semana anterior, el ministro Sarkozy había visitado uno de estos barrios periféricos y había sido recibido con silbidos y piedrazos por parte de la población. El afirmó: “Voy a hacer una limpieza de esta chusma”. Pero el tiro le está saliendo por la culata.

Lo ocurrido el 27 de octubre en Clichy-sous-bois no es tampoco un hecho aislado: en Francia también existen el “gatillo fácil” o los abusos policiales, particularmente contra los negros o magrebíes. Y normalmente, los jóvenes protestan contra esta situación lanzando molotov e incendiando automóviles. Según Le Monde, en el 2004 se incendiaron 2400 automóviles, y a esto se lo toma como síntoma de la conflictividad social. Estas explosiones habitualmente duran una sola noche. Pero esa noche dijeron basta. Agotados por el acoso y la humillación a la que son sometidos cotidianamente por la policía salieron por la noche a atacar a pedradas puestos de policía y la intendencia. Los enfrentamientos continuaron por horas, y se incendiaron varias decenas de automóviles y hubo heridos (también policías) y detenidos. La conmoción que se produjo en todo el país, hizo que muchísimos jóvenes se sintieran identificados con los “revoltosos”, ya que sufrían a diario de los mismos males y vejaciones. Hoy la gran mayoría de la periferia Este y Norte (el departamento de Seine Saint-Denis) tiene focos de enfrentamientos por las noches. Cuando el gobierno había reforzado su operativo policial en Clichy-sous-bois la revuelta se extendió a otras localidades. En la noche del 31 de octubre la policía lanzó una granada de gas lacrimógeno a una mezquita, que en ese momento estaba repleta de fieles, en pleno período del Ramadán, y esto contribuyó a exaltar los ánimos. La noche del 2 de noviembre, 20 localidades tuvieron escenas de guerrilla urbana, y los ataques incluyeron cenytros comerciales. Desde el inicio de la revuelta la policía ya ha detenido a decenas de jóvenes, y en un “juicio veloz” (parodia de proceso que existe en Francia) ya han condenado a dos jóvenes.

Las reacciones de la burguesía no se hicieron esperar. El Frente Nacional de Le Pen afirma que “Los franceses sufren la invasión y la violencia. Y no se pueden lamentar, bajo pena de ser acusados de racismo. Esta es una situación desconocida en nuestra historia y es intolerable” dice Bruno Golnisch (número 2 del FN, famoso por tener muchos procesos por racismo) en www.frontnational.com. Un sindicato de policías, Action Police CFTC, ha pedido el miércoles la instauración de un toque de queda en las barriadas conflictivas y la intervención del ejército. Pero los partidos de la “oposición” ( la izquierda gubernamental) tampoco mueven un dedo en defensa de los jóvenes reprimidos. “El Partido comunista condena la violencia, sea cual sea su origen. La calma debe retornar lo antes posible y cada uno debe sacar sus lecciones... La policía de proximidad había permitido progresos importantes, pero ella fue suprimida ..Hace falta otra política que actúe sobre las causas, por la prevención hasta la seguridad de todas y todos, respetando la ley de le República ” (Comunicado de Prensa 1/11, www.pcf.fr). El Partido Socialista tiene una posición similar “la policía de proximidad fue suprimida. Los efectivos de la policía en las periferias han disminuido mientras que todos los medios están concentrados en los centros de la ciudades” (www.parti-socialiste.fr). Los intendentes del PCF, que en su mayoría están en las periferias, hablan de la necesidad de “diálogo”, pero lamentan la “induficiencia” de la represión: “Hechos « inaceptables », ha denunciado Stéphane Gatignon, intendente PCF que no deja de poner en relieve que los efectivos de policía no han dejado de bajar en los últimos años: 120 en 2001 y 80 actualmente. « ¿Como hacer un trabajo de prevención y de proximidad en una ciudad de 50000 habitantes que no tiene aún una comisaría en ejercicio?»” (L’Humanité, 2/11). Pero también intentan desinflar la revuelta desde adentro. En Clichy-sous-bois y Montfermeil, los “hermanos grandes” (líderes barriales) musulmanes hacían rondas por las calles llamando a la calma. El mismo Sarkozy, en su primer ciclo como ministro del Interior, había creado el Consejo Francés del Culto Musulmán, no solo para “evitar el fundamentalismo”, sino para que sean los mismos líderes islámicos los que controlen la “banlieue” sobre el territorio. Aún así, no pueden contener este hartazgo generalizado de estos jóvenes. Del lado opuesto, en el intento de crear una base social derechista, ciertos canales de TV no se cansan de mostrar a las “víctimas”, o sea, trabajadores de esos mismos barrios a los que les quemaron el auto o comerciantes del barrio enfurecidos. Políticos ultraderechistas como de Villiers (MPF) ,uno de los líderes del “NO de derecha” en el referéndum de mayo por el Tratado Constitucional Europeo, intentan pescar en aguas revueltas haciendo campaña en Epinay y Villepinte, dos localidades tocadas por las revueltas. Viendo que la revuelta en un principio está contando con simpatías entre buena parte de los trabajadores y las clases medias, la derecha intenta polarizar asentándose en los sectores más retrógrados de la sociedad francesa.

Sin embargo, lo que estamos viviendo es una rebelión compleja: a) fundamentalmente se trata de un levantamiento antipolicial, b) las víctimas de la represión son pobres, en su mayoría desocupados, c) el racismo juega un gran rol en el hecho de que sean desocupados y reprimidos y d) una parte de ellos son inmigrantes “ilegales”, lo que agrava todos estos problemas. Todo está entremezclado, no se puede tratar un tema independiente del otro. Los “revoltosos” son el sector más golpeado y marginalizado de la clase obrera francesa. Por esto solo la clase obrera le puede dar una desembocadura positiva a esta revuelta.

Hoy el gobierno está dividido sobre como afrontar esta crisis. El “opositor” Partido Socialista también se encuentra dividido y no está en condiciones de ofrecer una alternativa burguesa al UMP. Los sindicatos no dijeron una sola palabra en esta crisis. El régimen de conjunto arrastra la crisis por la derrota en el referéndum por el Tratado Constitucional Europeo. Ya no contiene al conjunto de los trabajadores y los pobres urbanos en Francia. Es un buen momento para llevar adelante una gran lucha.
En primer lugar, las organizaciones obreras lo primero que deben exigir es el retiro inmediato de la policía y todos los cuerpos represivos de las periferias, y la inmediata libertad de todos los detenidos de las noches de la revuelta. Los trabajadores tienen mucho que ganar debilitando a la policía, ya que su objetivo principal es el de aplastar eventuales levantamientos obreros. Ya dieron claras muestras de su carácter de enemigos de los trabajadores en las recientes luchas de los portuarios y los marinos en Marsella y Córcega, sobre todo cuando en un operativo de tipo militar con helicópteros atacaron a los trabajadores de la SNCM. También se debe castigar severamente toda expresión de racismo, particularmente si viene de la policía. Sarkozy debe irse ya.

En segundo lugar, hay una lucha importante por “papeles para todos”, como se canta en las manifestaciones. En la “Europa Fortaleza” (de la que hace parte importante la Francia imperialista). Los inmigrantes “ilegales” son utilizados como mano de obra barata para bajar de conjunto el salario de los trabajadores franceses. Si fueran “legales” no los podrían someter a regímenes de esclavitud como el que tienen, por ejemplo, en las textiles de las periferias. La lucha por la legalización va en beneficio de todos.
En tercer lugar hay que luchar contra la desocupación. Francia es una potencia industrial con gran cantidad de pobres y desocupados. Esto es inadmisible. Las organizaciones que se reivindican del movimiento obrero deben llevar adelante una gran lucha por el reparto de horas de trabajo entre ocupados y desocupados, manteniendoel mismo salario. Por otro lado, hay una gran cantidad de empresas que cierran con la excusa de los “altos costo del trabajo” o que “deslocalizan” hacia países con menores salarios.
Nuestros enemigos no son los trabajadores del “Tercer Mundo”, sino los patrones que nos explotan y después nos tiran. Hay que luchar por la expropiación y puesta bajo control obrero de todas las fábricas que cierren o despidan.
Estos puntos son los básicos para unir a los trabajadores (que hoy desarrollan grandes luchas como los choferes del metro y bus de Marsella, que llevan 31 días de huelga) con los jóvenes oprimidos de las periferias. Estas medidas no podrán ser aplicadas si no se llevan adelante grandes luchas, con una gran huelga general, que tire abajo al gobierno derechista de Chirac-de Villepin-Sarkozy.

En Francia existen importantes organizaciones que se reivindican de la clase obrera, como Lutte Ouvrière, la Liga Comunista Revolucionaria, el Partido de los Trabajadores, y nuevos sindicatos que se reivindican antiburocráticos como SUD. Ellos están en condiciones de iniciar una lucha por este programa, ya que disponen de miles de militantes y están insertados en las principales estructuras productivas. Si no se hiciera de esta manera, la extrema derecha, muy poderosa en este país, ofrecería un programa de choque para “reestablecer el orden” contra los trabajadores y los inmigrantes.

 

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