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Discursos

Venezuela: Angel Arias de la Liga de Trabajadores por el Socialismo

01/08/2008

El caso de Venezuela y el gobierno de Chávez, reviste mucha importancia para América Latina, por ser la expresión predilecta de toda una serie de gobiernos que se postularon como alternativa a los gobiernos y partidos neoliberales, presentándose como “nacionales” y “populares”, con la promesa de grandes cambios en la relación de subordinación al imperialismo y solución de los problemas de nuestros pueblos. Incluso el chavismo vino a convertirse en una suerte de corriente latinoamericana.

En nuestro país en la actualidad se vive un dinámico proceso donde parece ser que Chávez ya tocó techo, evidenciándose importantes signos de desgaste. A nivel del conjunto de la situación nacional se ha abierto una etapa dinámica de mayor giro a la derecha del gobierno, y un afloramiento de una gran cantidad de luchas obreras, incluyendo importantes fenómenos de experiencia crítica con el gobierno en sectores de la vanguardia obrera.

El reciente gran triunfo de los obreros de Sidor, muestra cómo al tiempo que el gobierno se acerca más a los empresarios, por otro lado también decantan sectores de la clase que luchan más decididamente. Los obreros sidoristas arrancaron al gobierno la “nacionalización” -en realidad pseudonacionalización, pues el gobierno se limitó a una compra de acciones- y un mejor Contrato Colectivo, tras una fuerte lucha que derrotó una a una todas las maniobras de la patronal argentina en alianza con el gobierno, que incluyó una ensañada represión a los trabajadores. Se impuso la fuerza de la movilización obrera.

Ahora bien, el giro a derecha del gobierno no sólo se expresa nacionalmente, sino también a nivel internacional, como en su relación política hacia las FARC y Uribe, pasando de pedir condición de beligerancia para la guerrilla, ha pedir prácticamente su rendición, justamente la política de Uribe y del imperialismo, precisamente en el momento que más éxitos viene tendiendo la política guerrerista del criminal y podrido régimen colombiano. Chávez hace las paces con Uribe, lo llama “hermano” y “amigo”, al cabecilla de una política brutal de guerra civil de baja intensidad, no sólo contra la insurgencia, sino contra la clase obrera y el conjunto del pueblo pobre colombiano, que paga con decenas de sindicalistas y militantes de izquierda asesinados al año, así como centenares pudriéndose en las cárceles. Es parte de un reacomodo frente al imperialismo yanqui, mostrando que está dispuesto a respetar el orden regional impuesto por éste, y mostrándose más anti-Bush que antiimperialista (“deseos de trabajar en conjunto con el próximo presidente de los EEUU”, dijo Chávez). Completamente distinto a esto, los marxistas revolucionarios, aún cuando no compartimos la estrategia y el programa de las FARC, reivindicamos su derecho a ser reconocidas como fuerza beligerante, porque entendemos el carácter de clase, burgués, del Estado y las fuerzas represivas colombianas; en todo caso, decimos que la guerrilla debe subordinarse a las necesidades de la lucha y las organizaciones del movimiento obrero y de masas.

La reciente payasada con el fulano Rey Juan Carlos, y los anuncios de mayor apertura a los capitales imperialistas del Estado Español, son una muestra más de esto. Por demás vergonzosa.

¿Cómo llegamos a esta situación? Chávez intentó avanzar en una reforma constitucional que le diera más poder, tanto para mejor disciplinar al movimiento obrero, campesino y popular, como para poder presionar mejor a sectores más duros y reaccionarios de la burguesía nacional, y de conjunto, fortalecer su posicionamiento ante el imperialismo para mejor regatear; es lo que llamamos fortalecer los rasgos bonapartistas del régimen. Eso fracasó. Perdió. ¿Fue la derecha quien derrotó a Chávez? No. Chávez perdió por la defección de casi el 40% de sus votos (unos 3 millones), la derecha se mantuvo casi igual en votos, ganado al final por un pequeñísimo porcentaje. Una gran franja del “pueblo chavista” se abstuvo. Después de casi 10 años de gobierno y sucesivas elecciones, en las mayores concentraciones urbanas y proletarias del país se expresó con fuerza este desgaste del gobierno.

El gobierno ha quedado así debilitado, lo que en las primeras de cambio implica un relativo fortalecimiento de la derecha, pero también un aflojamiento de la autoridad de Chávez ante el movimiento obrero y de masas, que permite una mayor libertad de acción de éstas en la lucha por sus demandas. Una gran crisis de autoridad y de consentimiento empieza a corroer al gobierno. ¿Por qué esto? Porque tras casi una década en el poder, y de grandes movilizaciones y jornadas de lucha de los trabajadores, trabajadoras y el pueblo venezolano, sólo planes sociales y ayudas económicas le ha reservado el gobierno a las masas, que si bien han logrado recuperar un poco el poder adquisitivo con relación al estado miserables en lo había dejado la ofensiva neoliberal, así como mejorar en algo el acceso a la educación y a la salud, no hacen más que paliar parcialmente las situaciones de más urgencia de los más pobres. Al contrario, ha sido regresiva la distribución del excedente entre el capital y el trabajo (en nuestras publicaciones se pueden ver los datos oficiales). Y en cuanto a la distribución de la renta más global del país, apenas en unos pocos puntos ha cambiado: Para cuando Chávez llega al gobierno, 1999, el 20% más rico del país se levaba 51,9% del Producto Interno Bruto, hoy se siguen llevando un 47,7%, así mismo, al 20% más pobre le correspondía un miserable 4,4%, hoy le toca un 5,1%.

Esto está en la raíz del desgaste del gobierno, incluyendo episodios como el habérselas jugado por la derrota de la importante experiencia de control obrero de los trabajadores de Sanitarios Maracay, lo cual logró en buena medida.

¿Cuál es la cuenta que ha sacado el gobierno? Como todo gobierno de este tipo, sus conclusiones, al perder la elección, es que debe cederle aún más a la oposición burguesa, que es lo que ha venido haciendo desde ese momento: amnistía a los golpistas, aumentos y liberación de precios de los alimentos, exenciones de impuestos a sectores empresariales (mientras sigue el IVA), fondos de crédito para los capitalistas, condonación de deudas a empresarios, etc., mientras una inflación anual de 47% en los alimentos se come los salarios obreros y los ingresos de las familias más pobres. Un llamado a una “alianza estratégica” hizo Chávez en una reciente reunión con la crema y nata del empresariado nacional.

Ya me referí a cómo se expresa esto en la política internacional.

Bueno, ése es el “socialismo del siglo XXI” compañeros, el “socialismo” con empresarios, cómo sarcásticamente hemos popularizado el proyecto del gobierno. Un gobierno que no ha trastocado en lo más mínimo la estructura capitalista de la economía nacional, que dejó intactas las propiedades imperialistas en el país tras las intentonas golpistas, que dejó intactas las propiedades y negocios de la burguesía nacional tras la derrota que el pueblo les propinó, un gobierno que ha dejado casi idéntica la estructura de la propiedad de la tierra, garantizándole “sus” tierras a los parásitos terratenientes. Una redefinición de términos de intercambio con el imperialismo estadounidense, por demás limitada a recuperar para el Estado parte del excedente nacional petrolero que se llevaban las transnacionales, pero incluso haciéndolas socias del 40% del negocio en algunos casos, dejando la puerta abierta completa a la expoliación del gas, así como intacto el capital imperialista en la banca y la telefonía móvil, por ejemplo. “Una burguesía nacional fuerte, nacionalista, como la paulista (Brasil)”, es lo que insistentemente pide Chávez, para que haga equipo con él, para “desarrollar” el país, capitalizando la renta petrolera... un equipo para “hacer andar al país” sobre los hombros y la explotación de los millones de trabajadores del país, no a fuerza de romper la subordinación al imperialismo, como podría pensarse ante tanta demagogia.

Queda claro, que la gran debilidad de todos estos años en nuestro país ha sido la ausencia de una alternativa propia de los trabajadores, una estrategia de clase, que ponga a la clase trabajadora a la cabeza del conjunto de los explotados y oprimidos del país, no solo contra la reacción proimperialista, sino también frente al gobierno, que ni garantiza ninguna liberación nacional frente al imperialismo, ni mucho menos la liberación social de los explotados. Grandes movilizaciones y luchas en las calles, en las fábricas, mucha energía demostrada por el pueblo venezolano en la lucha contra las burguesía nacional y los planes del imperialismo, ¿para qué?, ¿para que el gobierno de Chávez negociara una y otra vez, y llegásemos a la situación de hoy? Pero no sólo es la experiencia de Venezuela, ¿acaso no es la tragedia de todo el siglo pasado en América Latina? Grandes levantamientos y gestas revolucionarias de la clase obrera y sus aliados (Revolución boliviana ’52; Cordobazo y el período que abrió; Cordones industriales en Chile; Revolución Nicaragüense, etc.) que terminaron en desvíos o sangrientas derrotas, porque las direcciones de la clase obrera la llevaron detrás de liderazgos o proyectos reformistas y de conciliación de clases, por la ausencia de fuertes partidos obreros revolucionarios que llevaran hasta el triunfo la lucha de las masas. Ni liberación nacional ni integración latinoamericana ni solución a los problemas de los trabajadores y las trabajadoras, así como del conjunto de los pueblos; ¡postración al imperialismo, garantía de los negocios y ganancias de los capitalistas, mayor explotación y precarización del trabajo, continuidad de las relaciones de explotación capitalista!

Ya a principios de los años ‘20 del siglo pasado, la joven y revolucionaria Internacional Comunista, dirigida por Lenin y Trotsky, en sus primeros llamados a los obreros y campesinos de América Latina, planteaba la necesidad de oponer la alianza revolucionaria obrero-campesina, al imperialismo yanqui y a las burguesías nativas, para llevar adelante la revolución antiimperialista y anticapitalista. La liberación nacional sería socialista, o no sería. Son las conclusiones de J.C. Mariátegui, de J.A. Mella, del Ché en los 60 -aunque con un método equivocado y que no compartimos los marxistas- y por supuesto de los trotskistas desde siempre. Conclusiones que muchos pretendieron dejar de lado, y que hoy no quieren recordar. La lucha por la más completa independencia política de la clase trabajadora frente a cualquier variante burguesa, es la condición principalísima, indispensable, para llevar adelante la revolución social en América Latina. “Conquistar los más altos niveles de independencia de clase frente a las demás clases -decía Trotsky- es la condición necesaria para que una clase se haga del poder”, para que la clase obrera puede sellar y encabezar una alianza obrera, campesina y popular contra la explotación capitalista, por conquistar un gobierno propio de los trabajadores. De eso se trata nuestra batalla política.

Ahora bien, el gobierno ha contado con un marco de enormes condiciones a favor. Por un lado, un período de crecimiento de las economías de la región, alentadas por el aumento en los precios de las materias primas, que le ha dado cuatro años de fuerte crecimiento económico -llegó a ser el más alto de América Latina, junto al de Argentina- y altísimos precios petroleros, lo que le venía permitiendo “satisfacer a todos sin golpear a ninguno”, con todas las comillas del caso, como se puede ver. Igualmente con un gran poder político, al ser legitimado una y otra vez electoralmente.

Esto comienza a cambiar. La fortaleza electoral indiscutida de Chávez, ha quedado atrás. Por otro lado, las convulsiones que se anuncian en la economía capitalista mundial, no dan ningún fundamento para pensar que América Latina, y Venezuela, vayan a salir ilesas, todo lo contrario, por su inserción tan dependiente en la economía mundial, y el descargue de la crisis que sin duda harán el imperialismo y todos los capitalistas de conjunto contra la clase trabajadora, anuncian nuevos combates de envergadura. Hoy, cuando una gran cantidad de luchas salariales y por la reincorporación de los tercerizados comienzan en nuestro país, esta salida a la lucha por la renta nacional y el desgaste que comienza a verse en el chavismo, así como la experiencia, aún muy de vanguardia, pero importantísima, de distintos sectores obreros, indican que nuevos vientos de lucha y procesos políticos en el seno del proletariado venezolano.

El importante proceso de organización por la base en Sidor, del cual los trotskistas de la Liga de Trabajadores por el Socialismo somos parte activa, puede ser un incipiente indicador. Allí la base obrera se viene organizando para elegir delegados por sección y departamento -que no existen allá-, que se proponen elegir por la base a los gerentes y directores, de entre los mismos trabajadores, en el camino de la luchar por el control obrero de la empresa.

Es en este escenario que venimos planteándole a Orlando Chirino y los compañeros que dirigen la C-CURA, principal corriente a la izquierda del gobierno al interior de la UNT, el llamado a una coordinación y unificación nacional por la base de los trabajadores en lucha, así como avanzar hacia la conformación de un importante partido de los trabajadores, como táctica transicional, clasista, hacia los miles de trabajadores que comienzan a dudar del gobierno y salen a luchar con fuerza por sus demandas.

Es también en este marco que hemos fundado recientemente la Liga de Trabajadores por el Socialismo, como expresión de la confluencia de quienes venimos sosteniendo la lucha por una perspectiva y estrategia obrera independiente, con obreros que rompen con el gobierno, incluyendo compañeros de dos de las más importantes y profundas luchas obreras del último período en el país, como Sanitarios Maracay y Sidor. Esto muestra las posibilidades de avanzar en la construcción de una fuerte liga obrera revolucionaria en Venezuela, en camino hacia un partido fuertemente anclado en la estrategia marxista y en la clase obrera que lleve hasta el final la lucha por la expulsión de todos los imperialismos de nuestro país y por la revolución obrera y socialista, como un paso en la lucha por la revolución socialista mundial.

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