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Franja de Gaza

Una masacre con alto costo politico para el estado sionista

22/01/2009

Una masacre con alto costo politico para el estado sionista

Después de tres semanas de bombardeos ininterrumpidos, el Estado de Israel decidió declarar el pasado 18 de enero un cese del fuego unilateral, es decir, sin reconocer a Hamas como interlocutor, y retirar sus tropas de la Franja de Gaza antes de la ceremonia de asunción de Barack Obama.

Los informes de las agencias humanitarias y de prensa que ingresaron a Gaza luego de la guerra son aterradores: hasta el momento se calcula que murieron más de 1400 palestinos, al menos un 40% de ellos niños y mujeres, y 6000 resultaron heridos, cifra que sin dudas irá incrementándose con el correr de los días. La infraestructura civil -hospitales, edificios gubernamentales, escuelas, mezquitas- la Universidad de Gaza, miles de viviendas y hasta instalaciones de las Naciones Unidas fueron reducidas a escombros.

Esta masacre no fue un acto de locura sino una matanza cuidadosamente planificada por el gobierno de Olmert durante al menos seis meses, según informa la propia prensa israelí.

Mientras Estados Unidos, la Unión Europea y los países árabes fueron cómplices del gobierno sionista y de su supuesto derecho a defender su seguridad nacional, centenares de miles en todo el mundo salieron a las calles en estas semanas a repudiar los crímenes de guerra del Estado de Israel (ver nota).

En el anuncio del fin de los ataques, el gobierno israelí -compuesto por una coalición del partido Kadima y el partido Laborista- dio por “cumplidos” sus objetivos de guerra y declaró reestablecida la capacidad de “disuasión” militar dañada luego de la derrota sufrida en la guerra del Líbano de 2006. Pero a pesar del pretendido “éxito” militar de Israel que plantea su gobierno, el resultado político de la masacre perpetrada aún es incierto al igual que las consecuencias regionales que podrían derivarse en el mediano plazo. Ambos bandos reclaman la “victoria”: Israel por haber llevado adelante la matanza con total impunidad durante tres semanas; Hamas por haberse mantenido como movimiento de resistencia y como gobierno en Gaza a pesar del ataque brutal al que fue sometido. Esta es la parte de verdad que tiene el planteo de Hamas de que “el agresor sionista fue derrotado”.

Las razones de la ofensiva israelí

Israel usó como pretexto los precarios cohetes que Hamas había lanzado contra su territorio para iniciar la operación “Plomo fundido”. Sin embargo, como es ampliamente reconocido, esta excusa no tiene nada que ver con las verdaderas razones de una guerra que fue planificada con varios meses de anticipación, cuando aún estaba vigente la tregua decretada por Hamas a mediados de 2008.

La ofensiva militar israelí contra Gaza responde esencialmente a una combinación de factores externos e internos.

Desde el punto de vista de la relación de fuerzas más general, el fracaso del plan de Bush de “rediseñar” el Medio Oriente y el error de cálculo estratégico que implicó la guerra y ocupación de Irak, tuvo como consecuencia no querida por el imperialismo el fortalecimiento de Irán como potencia regional y de sus aliados, constituyéndose en la principal “amenaza” no sólo para el imperialismo yanqui y el estado sionista sino también para los gobiernos árabes aliados de Estados Unidos, principalmente Arabia Saudita, Egipto y Jordania. En Líbano, Hezbollah logró infligir la primera derrota a Israel en la guerra de 2006 lo que le permitió transformarse en un actor clave en el gobierno libanés y aumentar su popularidad en el conjunto del mundo musulmán. En los territorios palestinos, Israel no logró derrocar al gobierno de Hamas, a pesar de haber quedado aislado en la Franja de Gaza tras el fallido intento de golpe de la Autoridad Palestina con apoyo de Egipto, transformada en un campo de concentración bajo sitio militar por aire, mar y tierra y el doble ahogo económico del bloqueo israelí y de las potencias imperialistas.

Desde hace meses Israel viene discutiendo cómo salir de esta situación. El gobierno de Olmert había presionado sin éxito para que Bush lanzara o le permitiera lanzar un ataque militar lim°itado contra instalaciones nucleares en Irán, una acción demasiado ofensiva para Estados Unidos en el marco de las dos guerras inconclusas de Irak y Afganistán y de la peor crisis económica desde la Gran Depresión.

La alternativa de Israel fue atacar a Hamas, actualmente aliado de Irán -y de Siria-, como forma de recomponer su capacidad de “disuasión” militar, enviar un mensaje al régimen iraní y condicionar el curso de la política para Medio Oriente en la era “pos Bush”, aunque la política de Obama es mantener la alianza incondicional con el Estado de Israel, como muestra su gabinete en el que el lobby sionista tiene un importante peso a través entre otros de Hilary Clinton y Rahm Emanuel.

En el frente interno, la guerra estuvo motivada por la competencia electoral entre los dos candidatos del actual bloque de gobierno de Kadima y el Partido Laborista -la actual ministra de exteriores Livni y el ministro de defensa Ehud Barack - y Benjamin Netanyahu, candidato del derechista Likud, en el marco de una profunda derechización de la sociedad israelí, que apoyó casi en forma ampliamente mayoritaria la ofensiva contra Gaza.

Resultado incierto

Con la operación “Plomo fundido”, el gobierno de Olmert pretendía, pese al feroz bombardeo, alcanzar objetivos limitados: evitar que Hamas siga disparando cohetes caseros contra ciudades israelíes y suspender el contrabando de armas, destruyendo los túneles que comunican Gaza con Egipto. Con esta guerra terriblemente asimétrica, buscaba debilitar en forma cualitativa a Hamas causando la mayor destrucción posible de su infraestructura, asesinar a la mayor cantidad de dirigentes políticos y militares y sobre todo, lanzar una operación de castigo colectivo ejemplar -de ahí la monstruosa masacre de civiles- con la menor cantidad de bajas propias. Como lección de la guerra del Líbano, Israel evitó la llamada “tercera etapa” de la guerra, es decir la entrada en las ciudades y el combate calle por calle contra Hamas y la resistencia palestina.

Pero una vez retiradas las tropas el resultado político de esta operación es incierto, ya que se expresa una enorme contradicción entre lo limitado de lo conseguido y el precio a pagar por el mismo, con un muy importante desprestigio internacional de Israel, incluso entre sectores judíos o de origen judío que salieron a condenar la masacre.

A pesar de la enorme destrucción causada y de que murieron entre 250 y 400 integrantes de Hamas, entre ellos el jefe de seguridad de la Franja de Gaza, Hamas celebró lo que definió como una “victoria popular” con movilizaciones masivas en medio de las ruinas dejadas por la guerra. Como plantea un analista del diario Haaretz, “el ejército más fuerte de Medio Oriente puede registrar una victoria contra Hamas, incluso pudo haber restaurado su capacidad de amedrentar la población civil palestina, sin embargo, la amenaza real para Israel es Irán y de no cambiar la ‘ecuación estratégica’ en la región, Gaza será un episodio exitoso y nada más; un arreglo temporario hasta el próximo round” (A need for new strategic thinking, Zvi Bar’el, Haaretz 19-01-09).

En el plano interno, la ventaja que había sacado durante la ofensiva militar el candidato laborista Barack, que iba subiendo en las encuestas a medida que aumentaban los muertos palestinos, parece no ser suficiente y Netanyahu sigue liderando la intención de voto, lo que pone seriamente en duda la continuidad de la coalición Kadima-Laborismo en el gobierno y puede ser un obstáculo adicional para algún intento de negociación que pueda llegar a plantear la administración norteamericana de Obama. El candidato del Likud rápidamente salió a criticar al gobierno de Olmert por haber retirado las tropas sin haber conseguido siquiera los supuestos objetivos de mínima, afirmando que “en última instancia no habrá alternativa a derrocar a Hamas” y que “Israel no puede tolerar una base iraní cerca de sus ciudades”.

En el plano regional la ofensiva israelí aumentó el desprestigio de los gobiernos árabes aliados de Estados Unidos e Israel, principalmente Jordania, Egipto y Arabia Saudita, y de la Autoridad Nacional Palestina y dejó expuesto tanto el servilismo de estos gobiernos como las profundas divisiones e impotencia de la Liga Árabe, que no fue capaz ni siquiera de hacer una reunión de emergencia para responder a la crisis humanitaria y la masacre de Gaza y terminó fracturada entre un ala más abiertamente pronorteamericana, formada por Kuwait, Egipto, Jordania y Arabia Saudita y otro sector liderado por Qatar y Siria que sumó a Irán y a Hamas.

La relación de Israel con Egipto también se resintió producto de la declaración unilateral del cese del fuego del gobierno israelí que desconoció de hecho las gestiones negociadoras del gobierno de Hosni Mubarak.

Uno de los objetivos que tenía el estado sionista era que la población palestina culpara a Hamas por la guerra y a fuerza de bombas “comprendiera” que la única salida era aceptar al gobierno sirviente de la Autoridad Palestina y las condiciones de apartheid impuestas por Israel. Por el contrario, hasta el momento los bombardeos sólo lograron aumentar el odio de la población de Gaza y del conjunto del mundo árabe y musulmán contra los opresores sionistas. A pesar de los golpes que ha recibido y del debilitamiento que implicó para Hamas el ataque israelí, esta organización ha aumentado su prestigio moral en el mundo árabe y musulmán por haber resistido la ofensiva militar, y aunque aún es muy pronto para saberlo, probablemente también haya aumentado su simpatía en la población palestina.

Mahmud Abbas y la Autoridad Palestina salieron profundamente desprestigiados por su complicidad con la matanza y por mantener el “orden” en Cisjordania, reprimiendo incluso las movilizaciones de los propios palestinos en apoyo a Gaza. Ahora Abbas llama a la conformación de un “gobierno de unidad nacional”, reconociendo de hecho que no hay posibilidades por el momento de excluir a Hamas y restaurar un gobierno de Al Fatah.

Perspectivas

Luego de la destrucción conocida y consentida por las potencias imperialistas, se ha establecido una tregua precaria y se ha abierto un frente diplomático. Francia ha insistido con su propuesta de “conferencia internacional de paz”, que es rechazada por Estados Unidos e Israel. La Liga Árabe, aunque dividida, ofreció una suma millonaria para la reconstrucción de Gaza y resucitó el recuerdo del “plan de paz” de Arabia Saudita de 2002, que proponía la retirada israelí de los territorios ocupados a cambio de la normalización de las relaciones con el Estado de Israel. Esto cuando Israel avanzó cualitativamente en la colonización de Cisjordania (ya hay alrededor de 500.000 colonos judíos) y construyó en todos estos años un muro vergonzante que encierra las ciudades palestinas.

Por su parte Turquía, que venía oficiando de mediador en las conversaciones entre Israel y Siria, plantea la necesidad de incluir a Hamas en la negociaciones, a lo que se opone Israel, Estados Unidos y la Unión Europea, que consideran a Hamas como una “organización terrorista”.

Todavía está por verse qué significado concreto tendrá la disposición al “diálogo sin condiciones” con Irán que el actual presidente de Estados Unidos Barak Obama había planteado en la campaña y cómo esa política se conjuga con su orientación abiertamente proisraelí. Sin embargo, más allá de la promesa de “cambio” y de las ilusiones y expectativas que ha generado, hasta el momento Obama representa una continuidad importante con la política de Bush y durante el período de transición hasta su asunción, ha avalado la masacre israelí y de conjunto la política de la administración republicana.

Aunque Obama intenta dar la imagen de encarnar un giro hacia una política más “multilateral” y diplomática, las tendencias que se están incubando en la situación internacional son hacia una mayor polarización y exacerbación de los conflictos regionales en el marco de la crisis económica mundial y una crisis de la hegemonía norteamericana, que difícilmente Obama logre revertir. La clave para cambiar esta situación será la capacidad de resistencia de las masas palestinas y de los trabajadores y oprimidos del Medio Oriente y su lucha contra la opresión del imperialismo, del Estado de Israel y de sus gobiernos sirvientes de sus intereses.


Por el triunfo de la resistencia palestina

La política expansionista y colonial del Estado de Israel, fundado sobre la expropiación y la limpieza étnica de la población árabe en 1948, muestra que el carácter reaccionario de la famosa “solución de dos estados”, propagandizada por el imperialismo, las burguesías árabes y la Autoridad Nacional Palestina, que ha reducido el supuesto estado palestino a un conjunto de ciudades sin unidad territorial ni medios viables de subsistencia, verdaderos guetos rodeados por un muro y miles de soldados israelíes que controlan la entrada y salida de los territorios.

En los últimos años Israel no ha cesado de conquistar y anexar a sus futuras fronteras cada vez más territorio. La única forma de mantenerse como un estado racista, es decir de carácter exclusivamente judío, es sometiendo y colonizando al pueblo palestino y aterrorizando con su armamento nuclear a los pueblos árabes vecinos.

La OLP traicionó abiertamente la lucha nacional palestina y hoy Abbas y Al Fatah son funcionales a la política de Israel y el imperialismo. Las direcciones islámicas que se han fortalecido en los últimos años, pregonan la colaboración de clases y tienen una estrategia reaccionaria de establecer un estado confesional.

La existencia del Estado de Israel, un enclave colonialista y guardián de los intereses imperialistas en Medio Oriente, es incompatible con los derechos nacionales del pueblo palestino. Los revolucionarios nos pronunciamos por terminar con el terrorista y colonial Estado de Israel y defendemos el derecho elemental del pueblo palestino a tener su propio estado en el conjunto del territorio histórico palestino, un estado verdaderamente laico y no racista donde puedan convivir en paz árabes y judíos. Pero esa legítima aspiración nacional sólo será realizable en el marco de la lucha por una Palestina obrera y socialista y de la unidad revolucionaria de la clase obrera y las masas oprimidas de la región, uniendo los intereses de la clase obrera de los países de Medio Oriente contra sus gobiernos locales y el imperialismo, abriendo la perspectiva de la revolución obrera y el camino a la lucha por una Federación Socialista de Medio Oriente.

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