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América Latina

¿Qué hay detrás de las tensiones entre Colombia y Venezuela?

29/07/2010

La ruptura de relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela era cuestión de tiempo tras el intercambio caldeado de acusaciones y el llamado a consulta de los respectivos embajadores en los días previos. El gobierno de Uribe movió las piezas del tablero a pocos días de terminar su mandato con la acusación de la supuesta presencia de campamentos de la FARC en territorio venezolano. Nadie descarta la mano del imperialismo norteamericano, en el último movimiento de Uribe que rápidamente llamó a respaldar las acusaciones de Colombia, pero lo que muchos analistas indican es que se trataría, entre otros objetivos, de la intención de Uribe de marcarle el terreno al futuro presidente, Juan Manuel Santos, en función de las distancias que venía manteniendo durante la campaña electoral. Chávez, por su parte, aceleró las declaraciones beligerantes y hasta habló de casus belli (motivo de guerra) sobre las acusaciones del gobierno de Uribe y del acoso del gobierno de Estados Unidos, e incluso de supuestos movimientos de tropas hacia la frontera. Pero a Chávez la situación abierta le sería funcional en el marco de sus problemas internos: recesión económica, declive político, con unas elecciones legislativas en septiembre donde se augura que no pueda seguir manteniendo la mayoría parlamentaria de la que ha venido gozando. Mientras tanto, las señales de un posible entendimiento entre el futuro gobierno de Santos y el de Chávez se han venido extendiendo desde el inicio mismo del conflicto, lo que podría llevar a distender la situación más pronto de lo pensado.

Movimientos predecibles y asuntos internos

La reunión extraordinaria de la OEA fue el escenario escogido por Colombia para denunciar la supuesta presencia de las FARC en Venezuela, una reunión que el propio secretario general de la OEA había afirmado que “no debía haberse realizado” pues ya se sabía la respuesta que daría Caracas. Como se esperaba, Chávez anunció la ruptura luego de que el embajador colombiano ante la OEA, Luis Alfonso Hoyos (acusado de corrupción e inhabilitado para ejercer cargo público por elección popular), terminara su alocución. Caracas anunció controles en los pasos fronterizos, apresto operacional decretado por el ministro de Defensa, y el Canciller Nicolás Maduro dio al cuerpo diplomático colombiano 72 horas para que dejara el país mientras retiraba la delegación venezolana de Colombia. Del lado de Colombia, se hablaba, con el apoyo de Estados Unidos, de llevar a Venezuela al Tribunal Penal Internacional por la supuesta presencia de las FARC en su territorio. Pero es importante subrayar que la actual crisis es producto de una clara provocación del gobierno saliente de Uribe, funcional a la política "dura" de su gobierno, con respaldo imperialista para ejercer una fuerte presión sobre Chávez.

No es la primera vez. Las relaciones entre Colombia y Venezuela se rompen, suspenden y congelan con la misma expedición que se recomponen. En 2008, una crisis provocó el "congelamiento" de relaciones tras el ataque del ejército de Colombia a un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano. Luego de un acercamiento, las relaciones volvieron a enfriarse en 2009 con el acuerdo entre Colombia y Estados Unidos que autoriza la instalación de nuevas bases militares norteamericanas. Y recientemente, en medio de la campaña electoral colombiana empezó el tironeo que terminara con la actual ruptura de las relaciones. Aunque en cuestiones de fondo, las crisis anteriores fueron más graves, sobre todo la ocasionada por el bombardeo al campamento de Raúl Reyes en Ecuador, la ruptura reciente de relaciones diplomáticas marcaría el punto más bajo entre ambos países por la rapidez con que se desató.

Si bien es cierto que la posibilidad de enfrentamientos militares son poco probables, la tensión se sustenta en roces reales, funcionales tanto a la política interna colombiana, con Uribe dejando sentada su política e intentando marcarle el programa a Santos, como a la venezolana, con Chávez, que los utiliza para renovar sus alicaídos laureles antiimperialistas y cerrar filas en torno suyo ante la amenaza exterior. En este sentido para nadie es un secreto que se trata de un momento sui generis la situación interna desatada por Uribe a pocos días de salir del cargo. Manuel Santos asume el 7 de agosto, y Uribe estaría cumpliendo lo que era un secreto a voces, su cometido de romper cualquier “canal de diálogo” con el gobierno de Chávez, que el gobierno entrante de Juan Manuel Santos venía anunciando. “El nuevo capítulo de la crisis en las relaciones entre Colombia y Venezuela ha sido el principal motivo de tensión entre los presidentes. Santos ha enviado señales claras en el sentido de que modificará el tratamiento diplomático frente a los vecinos” escribía en su editorial la revista La Semana en su edición de la semana pasada. Más allá de que muchos sectores han cerrado filas tras Uribe, es un hecho de que el saliente presidente ha recibido todo tipo de críticas por “inoportuno” y por obstaculizar la posibilidad de una distensión en las relaciones con Venezuela. Muchas de estas críticas vienen centralmente de los empresarios que han sufrido pérdidas económicas millonarias (las exportaciones a Venezuela cayeron 70% en el último año), eliminando 42.000 empleos.

El uribismo y el régimen colombiano, como peón de la política yanqui, han actuado como "contención del populismo" en la región, hostilizando al chavismo. Santos, aunque es continuador del uribismo, busca una reconfiguración de la relación con sus vecinos en el plano externo, y en el plano interno necesita maquillar y recomponer el régimen colombiano cuyas instituciones están altamente degradadas por su relación con el narco y la parapolítica (más del 20% de los parlamentarios está siendo investigado). Santos intenta entonces tomar cierta distancia de su predecesor y contemporizar con sus vecinos y mejorar la imagen del régimen interna y externamente. Este es el trasfondo de la iniciativa colombiana con las acusaciones de la presencia de las FARC en territorio venezolano que desató la actual crisis. Por eso es previsible que con la llegada de Santos, aunque no sin grandes trabas, se avance hacia entendimientos con Venezuela.

¿Acuerdos en marcha?

Al desatarse la crisis, el gobierno de Ecuador, que ejerce la presidencia pro témpore de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), ha anunciado la convocatoria a una reunión extraordinaria, que se realizaría esta semana en Quito, para tratar el tema de la ruptura diplomática, a pedido del propio gobierno venezolano. Por su parte Néstor Kirchner, titular de UNASUR, ya se reunió con Santos y Nicolás Maduro en Buenos Aires, y en los próximos días lo hará con Chávez y Uribe, en busca de una salida a la tensión diplomática, lo que no parece irrealizable por todas las señales transmitidas hasta el momento. Por todo esto no es en vano la afirmación del asesor presidencial brasileño Marco Aurelio García, al decir que "tenemos la convicción de que, con el establecimiento del nuevo gobierno, las cosas podrán recomponerse inmediatamente”, y al cierre de este artículo la normalidad ha vuelto a la frontera y se ha restablecido el flujo de vehículos y personas.

El mismo Chávez lo ha dicho, "Ojalá Santos se inunde de espíritu latinoamericano y entienda que acá podemos convivir gobiernos de derecha e izquierda. A eso estamos obligados". Además de las expresiones de Chávez en los momentos mismos de declarar la ruptura de relaciones, su ministro de Relaciones Exteriores, Nicolás Madura, continuó enviado señales al electo presidente colombiano tras reunirse en Montevideo con José Mujica, afirmando que "si el próximo gobierno de Colombia produce una rectificación a fondo y entra en una onda de respeto absoluto al gobierno venezolano, estamos seguros que podremos construir un nuevo camino". Luego de la reunión con Cristina Fernández y Néstor Kirchner llegó al extremo de afirmar que había “signos ideológicos diferentes entre quienes dirigen y van a dirigir Colombia”, país con el que es “posible” –dijo– “coexistir pacíficamente”, mensaje más que abierto a Manuel Santos. En este marco no es casualidad que luego del anuncio de la ruptura, Santos haya salido al paso con una afirmación poco usual en un ambiente de ruptura entre países: "la mejor contribución que podemos hacer es no pronunciarnos". A sabiendas de lo que acontecería y luego de desatada la crisis, decidió continuar su gira latinoamericana a pocos días de llegar al gobierno colombiano.

Es que como dijera la editorial del diario español El País del 23/7, “Santos, un continuista, no es precisamente admirador del izquierdista y mercurial Chávez…, pero interpreta con buen criterio que una de sus misiones es intentar normalizar las relaciones con Caracas, entre otras razones para obtener al menos neutralidad frente a la guerrilla”. No habían pasado los días cuando ya Chávez enviaba nuevos mensajes al futuro gobierno colombiano. Insólitamente afirmaba lo que Santos quería escuchar: "Los movimientos armados de Colombia deberían reconsiderar su estrategia armada, creo que no hay condiciones en Colombia para que ellos en un plazo previsible puedan tomar el poder, en cambio, se han convertido en la principal excusa del imperio para penetrar Colombia a fondo y desde ahí agredir a Ecuador, Venezuela, Cuba". "Yo creo que la guerrilla colombiana debería considerar seriamente el llamado que muchos de nosotros le hemos hecho. El mundo de hoy no es igual que el de los 60", remarcaba Chávez. Frente a esto, Santos afirmaba vía el vicepresidente electo, Angelino Garzón, que valoraba "altamente las recientes declaraciones del presidente Hugo Chávez cuando le ha dicho a la guerrilla colombiana que no tiene sentido su existencia”, remarcando que es “importante encontrar caminos para no permitir la existencia de grupos armados ilegales en ninguno de los países de la región”.

Chávez, que se llena la boca contra la amenaza norteamericana en la región, e incluso argumentando que la nueva presencia de las tropas norteamericanas en las costas de Costa Rica es para bloquear cualquier tentativa de Cuba de un apoyo militar hacia Venezuela, no ha tenido problemas en condenar a las organizaciones guerrilleras armadas, acusándolas de ser las principales responsables de la ofensiva de EE.UU. en la región. El rostro demagógico se le cae solo.

Teniendo en cuenta que ambos gobiernos usan la tensión en función de sus asuntos internos, aún está por verse cuales serán los límites que marcará cada país ante un posible acuerdo. La asunción de Santos está a la vuelta de la esquina y un entendimiento, como todo parecería indicar, no estaría tan lejos. Pero no se puede descartar la hipótesis de una mayor escalada y tensión entre ambos países, ya que si bien un acuerdo pareciera ser la perspectiva más probable, y la intención de Santos, Chávez y Correa es mejorar y distender las relaciones, es posible también que el ala dura de los políticos y militares colombianos, de la mano de sectores del imperialismo norteamericano, como los republicanos y demócratas de derecha, le siga poniendo piedras en el camino o ensayen otras provocaciones. En este sentido, no pueden excluirse provocaciones en la frontera, violaciones del espacio aéreo, incursiones contra supuestos o reales refugios de la guerrilla u otras acciones, que vuelvan a agriar y tensar las relaciones. Son muchas aún las incógnitas abiertas en la ecuación de este conflicto.

Los trabajadores y los pueblos de ambos países deben forjar una salida independiente

No es un secreto que las tensiones entre los Estados de la región han tendido a acentuarse por el giro a la derecha que quieren imponer el imperialismo en la región y las clases dominantes locales en sus respectivos países. Muestra de esta política imperialista son los nuevos despliegues de tropas en las costas del Caribe centroamericano y las nuevas bases en Panamá. Las “denuncias” de Uribe contra Venezuela buscan legitimar agresiones, políticas o militares, del imperialismo.
Por eso es clave enfrentar al imperialismo yanqui, principal sostén del gobierno saliente de Uribe como lo será también del de Santos, aunque con las diferencias antes señaladas. Pero no podemos dejar de decir que la política de “soberanía” y “antiimperialismo” de Chávez se desenmascara sola. Mientras se pelea con Uribe y retira su embajador de Colombia, abre las puertas de un entendimiento con Santos, paga religiosamente la deuda externa y no toma ninguna acción decisiva sobre los intereses de los capitales norteamericanos en el país – justo cuando afirma que hasta existiría un plan de ataque de Estados Unidos y de querer capturarlo, como comparó la situación con la Panamá de Noriega.
Para alejar cualquier peligro de agresión, una de las primeras medidas sería luchar por la expulsión de las bases yanquis y los "asesores" de Colombia, uniendo a las masas colombianas y venezolanas contra el patriotismo de campanario que azuzan unos y otros. Una lucha que apunte al enemigo común: el imperialismo y el capital extranjero, que saquea los recursos naturales y la riqueza y expolia nuestros países, y sus agentes locales, las burguesías, banqueros y terratenientes. Pero alinearse detrás de Chávez y su política nacionalista es un obstáculo para esa unidad, no permite lograr la unidad obrera, por lo que hace falta un programa y una política antiimperialista consecuente: sólo la clase obrera puede levantar para unir a los oprimidos y explotados en la lucha continental contra el imperialismo.

Por eso es necesario que los trabajadores y el pueblo colombiano se movilicen de manera independiente frente al futuro gobierno de Santos, que continuará aplicando el proyecto de dominación, así como de toda la burguesía colombiana que ha venido imponiendo los planes de hambre y miseria junto a la sumisión imperialista. Lo mismo cabe a los trabajadores y el pueblo de Venezuela en la necesidad de forjar una política independiente frente a la demagogia de un supuesto “Socialismo del siglo XXI” de Chávez, que no ha servido más que para el surgimiento de nuevos grupos económicos que, en consonancia con reciclados viejos pulpos, explotan al pueblo.

Los trabajadores y las masas oprimidas de Colombia y Venezuela deben confiar sólo en sus propias fuerzas para lograr la derrota del imperialismo y las burguesías locales y avanzar hacia la liberación nacional, que solo será posible, como lo ha demostrado la historia, a través de la lucha de los trabajadores y campesinos pobres por imponer su propio gobierno, expropiando al imperialismo y a las propias burguesías nacionales.

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