Estrategia Internacional N° 11/12
Abril/Mayo - 1999

Francia: Acuerdo electoral Lutte Ouvrière-Ligue Communiste Revolutionnaire

Por el camino del reformismo

por Christian Castillo

Desde su instalación en el poder, el gobierno de la "izquierda plural" ha llevado adelante una política que en sus líneas fundamentales continúa la de Juppè, el primer ministro del anterior gobierno de la derecha. Algunos comentaristas lo llaman incluso el gobierno de "Juppin" o de "Josppè", haciendo un juego de palabras entre los nombres del actual primer ministro "socialista" Jospin y su antecesor derechista.

Las privatizaciones han avanzado bajo el dominio de la "izquierda plural" a un ritmo sólo comparable al del gobierno de Balladur (antecesor de Juppè). Ha continuado la persecución a los sans papiers (inmigrantes) motivando distintas movilizaciones de repudio. La ley de las 35 horas, presentada como el caballito de batalla contra la desocupación en la campaña electoral del ‘97, ha resultado el instrumento directo de la patronal para imponer, con la complicidad de la burocracia sindical, la flexibilización laboral allí donde no lo habían logrado. En varias fábricas la aplicación de esta ley está motivando la respuesta obrera, como la de los trabajadores de Peugeot; y ya se anuncian huelgas en Renault.

La desocupación ha permanecido prácticamente invariable, generando distintos procesos de lucha de los desocupados, como la ocupación de los locales del seguro social en varias oportunidades. En el plano educativo los rechazos a la política implementada por el ministro Allègre han sido variados: desde la movilización de toda la comunidad educativa de Saint Denis a las masivas movilizaciones de los estudiantes secundarios, pasando por las huelgas de los docentes a los que la política gubernamental precariza constantemente.

Los beneficiarios de la política del gobierno "de izquierda" están claros: la gran patronal no ha cesado de aumentar sus ganancias desde que Jospin y sus ministros del PS (Partido Socialista), del PCF (Partido Comunista Francés) y de los Verdes (Ecologistas) están en el gobierno. El gran aumento de los beneficios anunciados por Renault y Peugeot-Citroën en las últimas semanas son un gran ejemplo de esto. Aprovechando las ilusiones que aún mantiene entre el movimiento de masas y su influencia sobre los sindicatos, la "izquierda plural" se ha mostrado así como toda una garantía para los negocios de la patronal imperialista francesa, mientras que la derecha tradicional, fragmentada en varios grupos, no logra hacer pie, y la extrema derecha se ha dividido en dos.

Sin embargo, aunque los reformistas en el gobierno han logrado evitar que las manifestaciones de descontento se expresaran en un movimiento de conjunto comparable al de la huelga general de 22 días de los trabajadores de los servicios públicos (en noviembre-diciembre de 1995), importantes sectores obreros y de la juventud han venido haciendo su experiencia con el gobierno, proceso que ha erosionado parte de su base política. Particularmente afectado ha sido el PCF, que cuenta con dos ministros en el actual gobierno, intentando un equilibrio imposible entre su rol como ejecutor de la política de un gobierno antiobrero, y sus pretensiones de diferenciarse algo del PS.

Es en el marco del descontento de amplios sectores de la clase obrera y la juventud con el gobierno que hay que encuadrar el crecimiento electoral de la "extrème gauche", expresado en las últimas elecciones regionales el año pasado. En ellas, las dos principales organizaciones que se reclaman trotskistas en Francia obtuvieron la elección de 20 candidatos por Lutte Ouvrière (LO), y 2 por la LCR (Ligue Communiste Revolutionnaire, principal organización del llamado "Secretariado Unificado de la IV Internacional").

Hoy, ambas organizaciones se presentan juntas a las elecciones al Parlamento Europeo a realizarse en junio de este año. Las encuestas le otorgan entre un 6 y un 8% a la lista conjunta que presentan, encabezada por Arlette Laguiller (de LO) y Alain Krivine (LCR). Los mismos sondeos pronostican una votación similar para la lista de los Verdes, encabezada por Daniel Cohn Bendit, y otro tanto para la lista del PCF.

El acuerdo entre LO y la LCR está basado en una declaración común, llamada "profesión de fe" que fue aprobada por conferencias respectivas de cada organización en enero de este año. El contenido político-programático de esta declaración así como el perfil de la campaña que están desarrollando conjuntamente, lejos de ser un paso para permitir que los sectores obreros y juveniles que rompen con los partidos del gobierno eleven su descontento hacia posiciones revolucionarias, está planteado completamente en el terreno del reformismo "de izquierda".

Como si no hubieran pasado dos siglos desde la revolución francesa, en la "profesión de fe" la clase obrera es diluida en la "gente" o la "ciudadanía". Aunque LO y la LCR han reemplazado el "aux armes citoyens" por el "aux urnes citoyens"...

En la plataforma en cuestión no existe la mínima denuncia al carácter imperialista de los estados europeos y de la misma Unión Europea, ni del régimen de la V República francesa y ni siquiera de la OTAN. Términos como "crisis capitalista mundial", "revolución socialista", "dictadura del proletariado" (o "gobierno de los trabajadores") brillan por su ausencia. Y tampoco figura ninguna clara denuncia al papel que vienen jugando los partidos socialistas y comunistas (y la burocracia sindical) en la actual situación europea, que utilizan el peso que mantienen en los sindicatos y su influencia sobre las masas obreras para garantizar la estabilidad de los negocios imperialistas ante la crisis de la derecha.

La "profesión de fe" está en consonancia con la política de la LCR de proponerse como instrumento de presión sobre el gobierno de la "izquierda plural" para que cambie de política y "emprenda el camino de las reformas". Esta perspectiva es claramente señalada por el teórico de la LCR, Daniel Bensaid, en un artículo aparecido en la edición de diciembre de Le Monde Diplomatique, donde llama a la socialdemocracia a encarar la "elección política" del camino de las reformas: "No se trata de recetas puramente económicas o de técnicas de gestión, sino de elecciones políticas. Para aplicar una política ambiciosa de relanzamiento del empleo y de desarrollo social, habría que osar oponer a la patronal una amplia movilización; ¡oponer la fuerza a la fuerza, los ciudadanos al mercado!... Y habría que comenzar por tener el coraje de romper [con] los criterios de convergencia y del pacto de estabilidad... Es este o ninguno el momento de renegociarlo [referencia a los tratados de Maastrich-Amsterdam, N.de R.]. Si no, ¿para qué sirve la izquierda y su reguero de gobiernos en Europa?... Pero no será por su propia iniciativa que estos gobiernos podrían adoptar políticas más radicales, sino, como ya fue el caso en la historia, bajo la presión del movimiento social y de nuevas relaciones de fuerza". No es casual por ello que la "profesión de fe" hable de "terminante oposición a la política que lleva a cabo el gobierno" pero no de "oposición al gobierno".

Una toma de posición revolucionaria ante el acuerdo LO-LCR no puede más que partir de repudiar una plataforma que sólo puede echar tierra reformista en los ojos de la vanguardia obrera y juvenil francesa, que ve con expectativas la unidad de los principales partidos de la "extrème gauche".

Una serie de organizaciones y tendencias, como Voix de Travailleurs -con la ex LST (grupo hermano del MAS argentino) en su seno-, el acuerdo La Commune-Gauche Revolutionnaire, la Tendencia ¡Revolution! de la LCR y la Fracción de Lutte Ouvrière, venían desde hace un año y medio alentando un reagrupamiento a la izquierda de estas organizaciones. Lamentablemente este agrupamiento, que cuestionaba por izquierda aspectos de la política de la LCR y LO, se ha obnubilado ante los augurios de buenos scores electorales pronosticados a la lista encabezada por Arlette Laguiller y Alain Krivine. No ha brotado de ellos la mínima crítica a la "profesión de fe", reñida de cabo a rabo con toda perspectiva trotskista, es decir, revolucionaria.

Bastó con que la LCR, golpeada por los buenos resultados electorales de LO en las elecciones regionales, viese inconveniente seguir tan pegada a los partidos gubernamentales como venía, y girase hacia el actual acuerdo electoral con LO, para que estas corrientes, que arrogaban con postularse como alternativa a las corrientes tradicionales del centrismo "trotskista" francés, desnudasen su inconsistencia política y programática.

En su conjunto estas corrientes han considerado a la "profesión de fe" como la base para la conformación de un nuevo partido que tenga la unidad de LO y la LCR como núcleo, siendo su único cuestionamiento a las direcciones de la LCR y LO que no se encuentren firmemente comprometidas en esta perspectiva y limiten el acuerdo al terreno electoral.

Esta es una clara demostración de que estas corrientes, lejos de luchar por poner en pie un verdadero partido revolucionario, trotskista, en Francia, no iban más allá de críticas parciales en sus cuestionamientos a LO y la LCR, sin atacar la naturaleza oportunista de la política de ambas organizaciones. Se mostró rápidamente correcta la crítica que hacíamos hace un año en relación a los debates dados en el II Encuentro Obrero convocado por estos grupos. En Estrategia Internacional Nº 7 decíamos que "de no hacerse sobre bases principistas -es decir, internacionalistas- que delimiten claramente reformistas y centristas de revolucionarios, [una confluencia de estas corrientes] puede culminar mañana en un nuevo reagrupamiento centrista, algo más a la izquierda que las corrientes tradicionales, pero marcado por sus misma fallas desde su nacimiento (...) Avanzar en un programa revolucionario para Francia que dé respuesta al problema de la desocupación y los ataques a la clase obrera, al racismo, al intento de unidad burguesa de Europa, que permita enfrentar el carácter imperialista del estado francés y sus consecuencias para las colonias y semicolonias, etc., no puede hacerse, según nuestra visión, más que desde un punto de vista internacionalista. De lo contrario, todo intento de reagrupamiento terminará nuevamente en la impotencia". Aunque no se manifestó mediante la aparición de un nuevo partido centrista, esta perspectiva se demostró lamentablemente cierta en toda su magnitud.

Esto es una comprobación más de que toda tendencia o fracción que surja en el seno de las organizaciones centristas y que no se oriente hacia una perspectiva internacionalista, sacando las lecciones principales de los eventos candentes de la lucha de clases de los últimos años, está condenada a repetir la política centrista de estas mismas organizaciones, por más cuestionamientos parcialmente correctos que señale.

LO-LCR SE "OLVIDAN" DEL KOSOVO...

Uno de los hechos que muestra más claramente el carácter oportunista del acuerdo LO-LCR es que no menciona palabra de apoyo a la lucha del pueblo kosovar, siendo que éste es el principal conflicto que afecta hoy la política europea y mundial. Esta "omisión"es una actitud verdaderamente canallesca, máxime cuando fue en la misma Francia, en Rambouillet y en París, donde se realizaron las "conversaciones de paz" apadrinadas por las potencias imperialistas y Rusia. Parece que para estos "internacionalistas" es ajeno todo problema que vaya más allá de las fronteras de la Unión Europea, incluso aunque en el caso del Kosovo sólo quede a algunos minutos de avión de varias capitales de sus países miembros... Cuando las bombas de la OTAN están cayendo sobre Yugoslavia, los centristas muestran también en este terreno su adaptación a las direcciones reformistas y burocráticas del movimiento obrero que nada hicieron para impedir la masacre del pueblo kosovar a manos de Milosevic.

...Y DE LOS PRINCIPALES PROBLEMAS DE LA LUCHA DE CLASES EUROPEA Y MUNDIAL

Pero la falta de mención en la "profesión de fe" sobre los problemas candentes de la lucha de clases europea e internacional no se limita al Kosovo. Desde hace prácticamente dos años el desenvolvimiento de la crisis capitalista es sin duda el principal fenómeno actuante en la lucha de clases mundial. ¿Puede creerse que una declaración programática de organizaciones que se reivindican "trotskistas" ni la mencione? ¿Cómo puede siquiera intentarse formular un programa sin señalar la dinámica abierta por la crisis mundial? ¿Y la política de ampliación de la Unión Europea y de la OTAN hacia el este, es decir los instrumentos que buscan terminar el proceso de restauración capitalista en los ex estados obreros deformados? También silencio. ¿Y el retiro de las tropas francesas de todos los países donde están actualmente desplegadas? No, seguramente no será una consigna muy popular, así que mejor dejarla para algún rincón ocasional en los respectivos periódicos. ¿Alguna definición sobre el papel que vienen jugando en Europa los partidos socialdemócratas y sus socios comunistas y verdes en la "tercera vía" para gerenciar los negocios del capital, o de las burocracias sindicales en permitir que pasen las distintas medidas antiobreras? Ni palabra. Y, por casualidad, ¿alguna mención al carácter social-imperialista del gobierno de Jospin? Adivine el lector la respuesta. Y así podríamos seguir con toda definición fundamental que entrañase el "peligro" de convertirse en "delimitación" con respecto al reformismo.

UNA POLÍTICA "NO DELIMITADA ESTRATÉGICAMENTE" DE LOS PARTIDOS REFORMISTAS

El actual acuerdo entre LO y la LCR muestra que entre estas dos corrientes no hay diferencias estratégicas fundamentales. Las direcciones de ambas organizaciones llevan décadas de adaptación a las direcciones reformistas, aunque en la LCR esta adaptación permanente asuma formas más directas y en LO más indirectas. A pesar de que desde la asunción del gobierno de la "izquierda plural" Lutte Ouvrière levantó un discurso antigubernamental que la ubicó a la izquierda de la LCR (que incluso participó en varias listas en las elecciones regionales del año pasado junto a los partidos del gobierno), su política hacia el PCF compite en oportunismo con la de la LCR. Arlette no se cansa en sus discursos de decir que LO "no busca debilitar electoralmente al PCF", y que no quieren atraer los votos del PCF sino los votos "comunistas" que se fueron al PS. En muchos planos su ubicación no es más que la de una especie de "fracción externa" del PCF, críticos de izquierda de la dirección reformista, o sea, una ubicación como simples reformistas de izquierda. Por eso no es extraño que la misma Lutte Ouvrière haya señalado que, aunque hoy no existen condiciones para conformar un partido común con la LCR, esto podría ser posible en un futuro no muy lejano, ya que entre ambas corrientes no existen "diferencias estratégicas".

Si bien el descontento de amplios sectores de vanguardia con la política antiobrera de la "izquierda plural" ha llevado a que momentáneamente la LCR modere sus expectativas inmediatas de confluir en una "fuerza amplia antineoliberal" con el PCF, los Verdes y la izquierda del PS, el acuerdo con LO debe verse como un pequeño giro táctico dentro de la estrategia más general de la LCR, de construir partidos "no delimitados estratégicamente", es decir, partidos comunes con los reformistas. Hasta hace muy poco (exactamente hasta el día en que los resultados de las elecciones regionales en los que LO obtuvo 20 representantes y altos porcentajes de votación) toda la política de la LCR iba en dirección de lograr un acuerdo que los englobara junto con el PCF, los Verdes y la "izquierda" del PS, para construir un "polo de radicalidad" dentro de la "gauche".

Si el acuerdo actual con LO será un hecho anecdótico o un acuerdo más duradero, dependerá de las posibilidades de materializar o no una alianza con los reformistas y del conjunto de la dinámica de la lucha de clases. Pero lo cierto es que en cualquier caso no significa un cambio estratégico en la orientación de la LCR, tal como lo señaló la declaración votada mayoritariamente en su última conferencia, que planteó la continuidad entre la política previa y el actual acuerdo electoral.

Lejos de una ruptura, la "profesión de fe" acordada por la LCR y LO establece "principios" que "no delimitan estratégicamente" reformistas de revolucionarios, "principios" situados en el terreno de la reforma del estado burgués y de la "democratización de Europa" capitalista, que podrían ser utilizados mañana como base para confluir con sectores de los Verdes, del PC y aún por la izquierda del PS, con los que la LCR mantiene una campaña permanente contra el Tratado de Maastrich-Amsterdam (tratados que hace cumplir el gobierno de los mismos partidos a los que pertenecen los aliados en este foro de la LCR).

Por si hiciera falta, veamos nada más un ejemplo de que ningún cambio estratégico significativo se ha dado en la política de la Liga de construir una "fuerza amplia antineoliberal": Hace aproximadamente un año en Estrategia Internacional Nº 7 habíamos comentado cómo frente al desarrollo de la crisis mundial aparecía toda una serie de postulantes con las más disparatadas ideas de cómo "frenar la voracidad del capital financiero", con propuestas que sostenían la falsa idea de que la crisis era producto de un "capital especulativo malo" que impedía el desarrollo de un "capital productivo bueno". Citábamos como ejemplo la propuesta de crear una ONG llamada "Attac" (Acción de los ciudadanos por la Tasa Tobin) impulsada por Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique (publicación que está a la cabeza del ranking en postular esta mistificación tan cara a los centroizquierdistas de todas las latitudes). La "tasa Tobin" es llamada así por la propuesta del premio Nobel norteamericano de tasar al capital especulativo de corto plazo. Ramonet propone usar esos recursos para "combatir la pobreza". Vale aclarar que la propuesta de Tobin fue saludada en su oportunidad por el anterior gobierno del PS francés, en los tiempos de Miterrand. Vista la orientación general de su política, no nos ha sorprendido que quien se hiciera eco entusiasta de la puesta en marcha de tal propuesta haya sido nada menos que Rouge, el periódico de la LCR, que la presenta cómo alternativa frente a la crisis capitalista... Huelgan los comentarios.

La Liga hace suyos no sólo los vulgares "análisis" sino también las "soluciones" de los ideólogos centroizquierdistas. Estos crean la mistificación de que hay una relación antitética entre el "capital productivo" y el "capital especulativo", siendo según ellos la crisis un producto de la voracidad y la falta de control a este último. ¡Como si el crecimiento de los negocios especulativos no fuera uno de los mecanismos esenciales utilizados por los monopolios para aumentar sus tasas de ganancia!

Dejemos decir a Bensaid -en el artículo antes citado- en qué consiste el empaste reformista al que se limita toda la ciencia de los "marxistas revolucionarios" de la Liga: "Una verdadera política de reformas reclamaría una amplia reforma fiscal, un impuesto sería a la fortuna acumulada hoy dejada en barbecho, una baja drástica del IVA, impuestos progresivos sobre las ganancias del capital, con el fin de redistribuir la riqueza sin "aspirar" la demanda. Ella exigiría gravar los movimientos de capitales especulativos coordinadamente a escala europea, el levantamiento del secreto bancario, el cierre de los paraísos fiscales. Esto implicaría un reforzamiento, en lugar del desmantelamiento, de la protección social, una política activa de grandes trabajos y servicios públicos, pasando por la apropiación social del bien común (agua, energía, transportes) a escala europea. Ello demandaría la prohibición de los despidos masivos, el levantamiento de los mínima sociales y de los bajos salarios, y de medidas coordinadas que lleven a la baja del tiempo de trabajo hacia las 32 horas sin pérdida de salario". O sea, asumir como propia la quimera de que "otra política capitalista es posible", y con ella, dejar de lado la lucha por la revolución proletaria y la liquidación del estado burgués. Por fuera de este objetivo, reivindicaciones justas -como la disminución del tiempo de trabajo a 32 horas (35 en la profesión de fe) semanales sin pérdida de salario- son despojadas de toda perspectiva revolucionaria y se convierten en simple cobertura de una política reformista, algo comprensible en una suerte de "jospinismo de izquierda", pero completamente indigno de corrientes que se reclaman todavía del trotskismo.

EL BASTARDEO DEL "PROGRAMA DE TRANSICIÓN"

Los sostenedores de la "profesión de fe" reivindican en particular las "medidas de urgencia" planteadas en ella. Los más izquierdistas lo muestran como una supuesta aplicación del método del Programa de Transición formulado por Trotsky. Pero en realidad lo que aparece en este documento no es más que un bastardeo de este programa. En él Trotsky señalaba: "Es necesario ayudar a las masas, en el proceso de la lucha cotidiana, a encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa socialista de la revolución. Este puente debe contener un sistema de reivindicaciones transitorias, que partan de las condiciones actuales y de la actual conciencia de amplias capas de la clase obrera y conduzcan invariablemente a un solo resultado final: la conquista del poder por el proletariado (...) la Cuarta Internacional propone un sistema

de reivindicaciones transitorias, cuya esencia se encierra en el hecho de que se orientarán cada vez más abierta y decisivamente contra las bases mismas del régimen burgués. El viejo ‘programa mínimo’ queda reemplazado por el programa de transición, cuya tarea consiste en la movilización sistemática de las masas para la revolución proletaria". Desprovisto de esta última perspectiva, la "profesión de fe" presenta una versión completamente "descafeinada", "edulcorada" del programa transicional. La perspectiva del control obrero está completamente ausente: tan sólo hay menciones al "control democrático de las poblaciones" (??) o a "sacarles a los patrones y a los financistas, el control absoluto que ejercen sobre la economía", cuestión que desligada del control obrero sólo puede entenderse como un mero control de los negocios del capital imperialista por parte del... estado burgués.

En vez de ser un instrumento de movilización revolucionaria contra el estado capitalista, todas las medidas de la "profesión de fe" están planteadas como posibles de realizar en los marcos del estado burgués-imperialista francés, desligadas de la perspectiva del poder obrero. De ahí que ni la más mínima alusión se haga a la idea del gobierno obrero (como popularización de la dictadura del proletariado). Mientras Trotsky señalaba el Programa de Transición como la vía a oponer a las políticas de Roosevelt o León Blum frente a la crisis capitalista, la "profesión de fe" de LO y la LCR sólo es una versión "radical" de los remedios "keynesianos" con los que los doctores reformistas sueñan paliar la crisis capitalista.

Por último, la cuestión de la unidad europea. Mientras que la palabra imperialismo brilla por su ausencia, todas las definiciones que realiza la "profesión de fe" no terminan yendo más allá de una versión más izquierdista de los reclamos de las burocracias sindicales del continente por agregarle una "carta social" al programa de la Unión Europea. "Luchamos por otra Europa", "Europa de los derechos democráticos", "Europa con igualdad real, social y cívica entre hombres y mujeres" y otras afirmaciones por el estilo, todas ellas formuladas como la puerta abierta al camino de la reforma de la actual Unión Europea, pero cerradas al único camino que puede conducir a una unidad progresiva de las naciones del viejo continente: la revolución proletaria en una serie de países del mismo. Las fórmulas de la "profesión de fe" aparecen claramente opuestas a la estrategia con que los trotskistas enfrentamos la "Europa de los monopolios": los Estados Unidos socialistas de Europa.

LAMBERT EL ANARQUISTA

Párrafo aparte merece la otra corriente tradicional que se reivindica del trotskismo en Francia, el hoy denominado Parti de Travailleurs, orientado por Pierre Lambert. Esta pregona el "no voto" ante las elecciones al parlamento europeo (que se vienen realizando regularmente desde hace años), ya que presentarse a ellas sería "avalar el antidemocrático Parlamento europeo que está aplicando los planes de Maastrich". ¿Qué pasó? ¿Acaso Lambert se volvió anarquista? Si la abstención pudiera justificarse porque el Parlamento europeo es antidemocrático y reaccionario (¿qué otro carácter podría tener un parlamento burgués?) entonces, o bien son progresivos o democráticos los parlamentos de cada estado europeo por eso en ellos sí es lícito presentar listas, o bien después de 100 años hay que decir que los anarquistas y los sindicalistas que pregonaban la abstención a los parlamentos burgueses tenían razón contra Marx, Lenín y Trotsky que estaban por la utilización de las elecciones y los parlamentos burgueses, por más reaccionarios que fuesen, para hacer agitación revolucionaria.

La posición del PT, la corriente más oportunista del "trotskismo" en Francia (recordemos sólo la reunión de Lambert representando a la burocracia sindical de Force Ouvrier en medio de las huelgas de noviembre de 1995), es la forma que tiene de evitar enfrentarse en las elecciones con la política del PCF, con sectores del cual viene teniendo una fluída relación. El PT coincide con ellos en proponer un rechazo a Maastrich por, entre otros puntos, "vulnerar la soberanía de los estados nacionales", posición reaccionaria de embellecimiento de los estados imperialistas europeos bien cercana a la tradición del PCF pero completamente alejada de una oposición internacionalista a la Europa de los monopolios.

POR UNA POLÍTICA REVOLUCIONARIA INDEPENDIENTE

Frente al desbarranque programático y político es necesario sostener otra perspectiva. Toda posición revolucionaria no puede dejar de señalar el carácter completamente oportunista de la "profesión de fe" en que se apoya el acuerdo LO-LCR. Toda ilusión respecto a la progresividad de este acuerdo, como la que sustentan la Fracción de Lutte Ouvrière, la Tendencia ¡Revolution! de la LCR o Voix de Travailleurs (que ha propuesto integrarse a la LCR), no hace más que desarmar a la vanguardia obrera y juvenil frente a las tareas que tiene por delante. Estos grupos, aunque con matices, sostienen una misma perspectiva errada: que la unidad de las corrientes centristas es progresiva en sí misma independientemente de las bases programáticas sobre la cual se realice. De aquí a embellecer programas reformistas hay un solo paso. Y estas corrientes lo están dando.

La crítica que hacemos no niega el hecho de que efectivamente la lista conjunta LO-LCR ha despertado la simpatía de decenas de miles de trabajadores y jóvenes (hoy los sondeos preelectorales le asignan una posible votación superior a los 2 millones de electores), entre ellos muchos de los activistas que han estado en la primera línea de los combates llevados adelante contra el gobierno de la "izquierda plural". Nadie puede dejar de tomar en cuenta el síntoma político que expresa este porcentaje de votantes, reflejando el descrédito de la izquierda reformista (sobre todo del PCF) y alimentando un fortalecimiento electoral de los centristas. No son votos revolucionarios, esa no es la situación de Francia, pero sí son una clara muestra del descontento de importantes sectores obreros con la política gubernamental. Es por la misma repercusión alcanzada por la lista conjunta LO-LCR que se hace más urgente la crítica a la perspectiva oportunista de estas corrientes centristas. Sólo desde esta crítica implacable podría cobrar sentido la táctica de llamar al voto crítico a la lista LO-LCR, como forma de dialogar y acompañar la experiencia de los sectores más avanzados de la clase trabajadora que buscan repudiar al gobierno de la "izquierda plural".

En noviembre-diciembre de 1995 los trabajadores de los servicios públicos franceses encabezaron un gigantesco movimiento de lucha que puso a la orden del día la huelga general política y la caída revolucionaria del gobierno de Juppè-Chirac. Las direcciones reformistas de los sindicatos así como el PS y el PC jugaron su rol clave en impedir que esto sucediera y terminaron desviando la situación al terreno electoral. Los centristas hicieron también su parte, haciendo seguidismo a los burócratas sindicales (LO, que venía de sacar 1.500.000 de votos en las elecciones presidenciales, quedó completamente marginado de los acontecimientos, para luego señalar que "los sindicatos hicieron todo lo posible"...). Aunque sin las expectativas de 1981, cuando Miterrand ganó las elecciones, los trabajadores votaron por los reformistas esperando poner un freno al ataque que venía encabezando la derecha.

Como dijimos, el principal éxito del gobierno de la "izquierda plural" ha sido impedir que el descontento existente entre importantes sectores de los trabajadores se exprese en un movimiento masivo y de conjunto como el que conmovió Francia tres años atrás.

Sin embargo, desde entonces, importantes sectores han dado pelea: camioneros, desempleados, sans papiers, pilotos de aviación, estudiantes secundarios, docentes y, ahora, trabajadores de las automotrices que se oponen a que les apliquen la flexibilidad laboral de la mano de la ley Aubry de las 35 horas. Con el desarrollo de la crisis mundial los márgenes tienden a hacerse cada vez más estrechos para los reformistas. A pesar del optimismo con el lanzamiento del euro (moneda única europea) para las operaciones de comercio exterior y financieras, Europa se apresta a entrar ella también en recesión. En estas condiciones los gobiernos de la "tercera vía" muestran su esencia contrarrevolucionaria para lidiar no sólo con sus propias clases obreras sino con los conflictos cada vez más candentes de la situación internacional.

Como es evidente, las elecciones europeas por venir no serán más que un episodio que nada cambiará. La clave de los revolucionarios para intervenir en ellas es señalar una clara perspectiva de clase enfrentando resueltamente todas las estrategias que sustituyen la perspectiva revolucionaria por el reformismo "de izquierda".

El conflicto en los Balcanes se ha colocado en el centro político europeo y mundial. Le Monde comenta que todas las campañas políticas hacia las elecciones de junio se han empantanado con el inicio de los bombardeos de la OTAN. Con los misiles cayendo sobre Belgrado y cientos de miles de refugiados albano kosovares en Macedonia, Albania y Montenegro, las convulsiones de la situación política mundial vuelven a hacerse patentes en Europa, en una dimensión mayor aún que en el conflicto de Bosnia. Como nunca es necesaria la intervención independiente del proletariado, el europeo en primer lugar.

Como en otras ocasiones las direcciones oficiales del movimiento obrero se encargan de evitar esta perspectiva. Los reformistas están cometiendo otro de sus tantos crímenes históricos. Primero se encargaron de que el movimiento obrero europeo dejara librado a su suerte al pueblo kosovar. Hoy los partidos socialdemócratas, en el gobierno en 13 de los 15 países de la Unión Europea, son parte dirigente de la intervención de la OTAN, con el apoyo de las burocracias sindicales que le son adeptas. Los stalinistas y neostalinistas, por su parte, si bien mayoritariamente se oponen al ataque militar, se dividen entre los que apoyan las negociaciones alentadas por el bloque ruso-chino-vaticano y los que son incondicionales de Milosevic, es decir, son enemigos de que la clase obrera intervenga en el conflicto con una política independiente, luchando conjuntamente contra la agresión militar de la OTAN a Yugoslavia, por la expulsión de todas las tropas imperialistas de los Balcanes y por el derecho a la autodeterminación del pueblo kosovar.

Como ante todo gran acontecimiento revolucionario o contrarrevolucionario, todas las estrategias políticas son puestas a pruebas. La del centrismo "trotskista" francés, que se preparaba para "presionar" a los gobiernos de la "tercera vía" para que "lleven una verdadera política de reformas" no la ha pasado. En acontecimientos como los actuales se reactualizan las características de la época imperialista: las crisis, las guerras y las revoluciones. Construir una dirección revolucionaria que esté a la altura de los mismos es la tarea de la hora.