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Interna del PJ y lucha de clases

Lo viejo y lo nuevo en la Argentina

28/08/2005

Dos registros diferenciados de la realidad argentina concentran hoy la atención pública: la crisis del peronismo; y la conflictividad laboral y social donde se destaca la recomposición del movimiento obrero. Ambos sucesos expresan la continuidad de la crisis orgánica. Son la manifestación de la crisis de representación por la que atraviesa la política burguesa y del cambio en la disposición de fuerzas en la lucha de clases y entre las facciones políticas que disputan las porciones del poder.

Lucha de facciones

La lucha interna entre el presidente Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde (ex presidente y jefe territorial del peronismo bonaerense), ha dividido al Partido Justicialista en la provincia más poblada y de mayor concentración obrera y de pobres urbanos de la Argentina. Allí la pelea es entre las esposas por el cargo de senadora en las elecciones de octubre: Cristina Kirchner, en las listas del Frente para la Victoria, y de Hilda Chiche Duhalde por el PJ. Este enfrentamiento ha sido bautizado por los operadores del presidente como la madre de todas las batallas y concentra toda la atención electoral. Teniendo en cuenta que el PJ -aunque altamente fraccionado- fue el único partido burgués que sobrevivió al levantamiento popular del 2001, como un partido de la contención social, la resolución de su crisis interna es el principal tema de la política nacional. De su resultado dependerá el futuro equilibrio de las fuerzas políticas y va a plantear las contradicciones que dicten la relación entre clase obrera y peronismo.

La crisis de representación

Néstor Kirchner representa a una facción pequeñoburguesa que llego al frente del estado capitalista en alianza con el duhaldismo (una de las expresiones más rancias de las llamadas mafias políticas y el viejo régimen). La política burguesa esta polarizada alrededor de los intereses particulares de las facciones en pugna. El presidente, basado en una gran ponderación popular que espera traducir en victoria electoral, intenta derrotar al viejo aliado para construir poder propio. Sobre esta prioridad política se guían los actos de gobierno y se define la agenda y el discurso de un tono centroizquierdista polarizando contra un Duhalde que agrupa a la derecha del peronismo para defender sus posiciones amenazadas. La débil y dispersa oposición burguesa contempla la situación sin grandes posibilidades de despegue y pensando esencialmente en posicionarse para las presidenciales del 2007.

Lo viejo y lo nuevo

El kirchnerismo es la facción del peronismo que mejor ha comprendido la crisis de los partidos del viejo régimen. Intenta una “renovación” que recicle desde adentro a la vieja casta política ya sea mediante un liderazgo “progresista” dentro del PJ o la formación -sobre la base de un ala del peronismo- de un nuevo partido de centroizquierda. Un representante transversal -las dispersas fuerzas y figuras centroizquierdistas y nacionalistas no peronistas del kirchnerismo- como José Nun -Secretario de Cultura- así lo explica “No hay más remedio que construir lo nuevo con lo viejo, y desde este punto de vista no dio suficiente resultado una transversalidad concebida como alianza con sectores no peronistas que garantizasen el éxito electoral. (...) Frente a esto quedaba, a mi juicio, una sola opción válida: dar una lucha frontal como la que está dando el kirchnerismo para constituirse en mayoría indiscutida en el movimiento peronista (...) confío, fuertemente, que después de octubre, con un kirchnerismo firmemente establecido, haya una redefinición táctica y sobre todo estratégica que nos permita dos años de gobierno de Kirchner que sean francamente progresistas.” (Pagina12 08/08/05)

Esto se traduce en el hecho que el kirchnerismo es hoy un conglomerado de ex menemistas y ex duhaldistas unidos al presidente por la corrupción clientelar y la compra de sus voluntados a través de los fondos publicos. La transversalidad que se planteaba la idea de un Kirchner “chavista” o progresista es hoy un completo fracaso que muestra la impotencia de la pequeñoburguesía centroizquierdista. Nuevamente ha sido funcional al rescate de los partidos patronales en crisis como hicieron con la UCR formando la Alianza en 1997.

El dicho criollo de que se están tragando algunos sapos -palabras del piquetero transversal Luis D’Elia- es una confesión que califica mejor la actitud del kirchnerismo que la máxima gramsciana con que enaltecen la opción del gobierno.

El “reformismo” del neoliberalismo del 3 ($) a 1 (U$S)

El capital político del gobierno se debe esencialmente a su discurso renovador y populista que alienta un tenue reformismo. Pero hasta ahora ha sido el gobierno de la gran burguesía que está haciendo ganancias extraordinarias. Esta realidad es lo que hemos bautizado como neoliberalismo de 3 ($) a 1 (U$S), una combinación de beneficios extraordinarios para las grandes patronales internamente, de disciplinamiento externo con los EEUU -recordemos que junto a Lula, Kirchner sostiene militarmente la ocupación imperialista de Haití o fueron garantes de la estabilidad boliviana en los últimos levantamientos- y un reformismo acotado a ciertas obras publicas y misérrimos aumentos saláriales. El gobierno ha fijado como prioridad de la política económica el cumplimiento de los pagos al FMI y los acreedores externos en un momento que el superávit fiscal es $13.100 millones en lo que va del año (Clarín 17/08/05). Los ingresos extras del estado se han utilizado para el pago de la deuda externa, la cual también ha crecido por la especulación financiera en U$S 4.500 millones (LVO 169 11/08/05).
Mientras tanto la relación de ingresos entre el 10% de la población más rico respecto al 10% más pobre, es de 33 veces (Nueva Mayoría. www.nuevamayoria.com/ES/)

Por ultimo, hay que resaltar la existencia bajo este gobierno del mayor número de presos políticos desde la restauración democrática de 1983, lo que desmiente el cariz democrático de un presidente que se jacta de su política de derechos humanos.

Lo viejo y lo nuevo. Lucha de clases

Lo verdaderamente nuevo en la situación argentina hay que buscarlo en la lucha de clases donde se están produciendo cambios profundos en la conciencia y la organización. La crisis de representación actúa sobre este registro de la realidad debilitando la capacidad de las instituciones del régimen y de las direcciones sindicales tradicionales para contener un proceso social que destaca la recomposición de la clase obrera. Un importante analista del mundo sindical, Julio Godio, señala la proyección política de los actuales conflictos “Los conflictos políticos sindicales caminan en paralelo con la lucha interna en el peronismo, lo que da cuenta de una inédita separación entre sindicatos peronistas y gobierno peronista. En un país como la Argentina era inevitable que la situación genere todavía mucha inquietud y malestar, que podría tener diversas manifestaciones políticas” (Pagina12 08/08/05).

La huelga del personal no medico del Hospital Garrahan, en la Ciudad de Buenos Aires, concentra la atención pública y es la primera gran lucha de importancia contra el gobierno. Un periodista amigo del kirchnerismo explica la posición oficial señalando que “el Gobierno es arisco a negociar. Interpreta que está frente a un “caso testigo”, que un acuerdo triunfal para la comisión interna tendría un fenomenal efecto cascada”. (Pagina12 14/8/05). El trasfondo de esta preocupación oficial es una recomposición de las luchas obreras por el salario y las reivindicaciones postergadas de diversas capas de los trabajadores. El primer semestre del 2005 -tomado hasta el mes de julio- se han sucedido 437 conflictos laborales y 119 cortes de rutas mensuales. Muy por arriba del 2004 que en todo el periodo presencio 249 enfrentamientos sindicales y 98 cortes de ruta. (Nueva Mayoría http://www.nuevamayoria.com/ES/). Recientemente se han sumado a la lucha los docentes y estudiantes universitarios contra la Ley de Educación superior vigente y en reclamo de salarios y mayor presupuesto. También los movimientos de desocupados han vuelto a movilizarse concentrando la atención mediática. La respuesta oficial ha sido una brutal campaña maccartista contra la “ultraizquierda y el trotskysmo” [1].

Presión de la base y democracia asamblearia

En este fenómeno se combinan distintos tipos de luchas: además de aquellas dirigidas por los sindicatos -con gran presión de las bases- las más dinámicas y combativas surgen por abajo y contra la voluntad de los dirigentes sindicales, en la mayoría de los casos destacando nuevos activistas y dirigentes combativos y la soberanía de la asamblea de base en la toma de decisiones. Allí donde se impone esta dinámica se comienza una puja por el control de los lugares de trabajo. Los sectores más avanzados del proceso de nuevas direcciones y activistas fueron los que en el mes de abril convocaron al primer Encuentro de organizaciones obreras y activistas combativos entre los que figuraban los ceramistas neuquinos de Zanon, el Subte, el Hospital Garrahan, aeronáuticos, etc.

El surgimiento de una dirigencia sindical combativa y de la democracia de base, preocupa al gobierno, las patronales y la burocracia sindical. Temen que la crisis de representación que también afecta a los sindicatos de aire al surgimiento de sectores combativos e independientes del peronismo. Por esto es que el claro objetivo de “evitar los desbordes” que se impuso el nuevo secretario general de la CGT, el camionero Hugo Moyano.

Lo nuevo y lo viejo. Lucha de clases y lucha política

El registro diferenciado entre lucha de clases y luchas políticas, la separación que señala Godio, puede ser interpretada más mediadamente pero su realidad es una de las características nuevas del proceso político. La burocracia sindical esta dividida por discusiones particulares y muy poco por la interna del PJ. Mientras, en paralelo, un proceso de politización y reflexión acompaña la experiencia del movimiento obrero. La subjetividad más general de los trabajadores puede calificarse de reformista, ya que prima el carácter reivindicativo y hasta corporativo de sus demandas y las ilusiones en los cambios desde arriba.

Si bien en lo inmediato los trabajadores probablemente voten a las listas del kirchnerismo o del PJ duhaldista, las lealtades de la clase obrera con el peronismo es cada vez menor y su crisis actual -junto a la persistencia de la actividad obrera- amenazan con relajar los mecanismos clásicos de contención y proyectan un escenario donde la emergencia de nuevas fuerzas políticas o correlaciones partidarias, pueden abrir brechas para luchar por la independencia política de los trabajadores.

El planteamiento del PTS en esta situación es de impulsar el combate por un Partido de los Trabajadores basado en los sindicatos recuperados a la burocracia y las organizaciones obreras combativas, dotado de un programa revolucionario y socialista. Es una política que en la presente etapa tienda un puente entre los marxistas y las grandes masas de la clase obrera que se han puesto en movimiento pero se mantienen cautivos de la política burguesa. Apuesta a resolver la cuestión estratégica de la independencia política de clase y de la recuperación de los sindicatos para preparar políticamente a los trabajadores frente a las futuras crisis por venir.

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