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Europa

Las elecciones en Francia y la "extrema izquierda"

26/04/2007 La Verdad Obrera N° 231

Las elecciones del domingo 22 de abril representan una recomposición reaccionaria, antiobrera del régimen imperialista francés. Después de la crisis patente de los mecanismos de representación democrático-burgueses que habían salido a la luz, desde un punto de vista electoral, con el voto de 2002 y el triunfo del "no" en el referéndum sobre el Tratado Constitucional Europeo (TCE), se recreó la polarización derecha e izquierda tradicional para la segunda vuelta. Este resultado es una victoria superestructural para la burguesía francesa después de la crisis casi terminal del régimen de la V República, que se dio como subproducto de la derrota del TCE en 2005, la "revuelta" de las banlieues y la derrota parcial del gobierno tras las manifestaciones anti CPE (Contrato de Primer Empleo) de abril del año pasado.

Un anti 2002

En las presidenciales de 2002, el descontento con el Partido Socialista (PS) a la cabeza del gobierno de la izquierda plural se expresó en que este partido no accedió a la segunda vuelta, siendo superado por la extrema derecha de Le Pen. El desgaste del PS se manifestó en el crecimiento de los votos de la extrema izquierda: Lutte Ouviere (LO), Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y Partido de los Trabajadores (PT), que alcanzaron poco más del 10%. La abstención alcanzó un récord de 28,4%. Este resultado generó una crisis monumental en la política francesa y una multitudinaria movilización de masas contra el lepenismo, que fue cerrada abruptamente por todos los partidos del régimen, incluida la LCR, que cerraron filas en defensa de la "República" y llamaron a votar a Chirac. En este sentido, las últimas elecciones tienen un contenido inverso que puede verse en: la histórica baja abstención, la fuerte elección de la derecha de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) de Sarkozy, el pasaje a la segunda vuelta del PS, el ascenso de la centroderecha de la Unión por la Democracia Frencesa (UDF) de Bayrou como tercera fuerza, el retroceso por primera vez en una elección presidencial de la extrema derecha de Le Pen y la pérdida de votos significativa tomando de conjunto a los partidos a la izquierda del PS, que fueron acorralados por el engaño del voto útil. En síntesis, una elección que fortalece una recomposición reaccionaria y antiobrera del régimen como graficó la elevada votación por la positiva de la mayoría del electorado y el debilitamiento de los extremos, en particular de los partidos a la izquierda del PS, ya que en gran medida el programa xenófobo y racista del lepenismo fue adoptado por Sarkozy.

Sarkozy vs Royal: dos vías para acabar con las conquistas del llamado "Estado benefactor"

Nicolás Sarkozy representa el intento de transformar la vieja derecha gaullista en un partido neoliberal, más parecido al Partido Republicano norteamericano. Cuenta con el apoyo de los sectores más concentrados del capital francés. Su programa busca liquidar las conquistas que aún quedan del llamado "Estado benefactor", abriendo paso a un salto de la tasa de explotación obrera. Son estas conquistas, como la menor jornada de trabajo, los subsidios al desempleo o un sistema de salud universal tanto como la versión actual del código laboral, las que para los ideólogos de la gran patronal constituyen la principal desventaja del imperialismo francés en su competencia en el mercado mundial. El ex presidente del FMI, Michel Camdessus, francés y partidario de Sarkozy, haciendo una comparación con la economía norteamericana lo dice sin pelos en la lengua: "Michel Camdessus...que pasó gran cantidad de años diagnosticando los problemas de otros países, tiene un simple remedio para el propio: trabajar más. Si usted toma a Mr. Smith en Arizona y a Monsieur Dupont en Maine-et-Loire, desde ahora a su jubilación Mr. Smith va a trabajar 37% más horas que Monsieur Dupont durante su vida laboral. Por supuesto, Monsieur Dupont tiene más alta productividad, de 5 a 6 % más, porque él comienza a trabajar un poco más tarde, termina el trabajo un poco más temprano y tiene un montón de vacaciones, por lo tanto él está en buena forma. Pero al final de su vida Mr. Smith va a haber producido mucho más. Acá ustedes tienen la historia completa de la economía francesa." (Financial Times, 16/04/2007) Este es el verdadero plan de Sarkozy y no la defensa "de la Francia... que se levanta temprano, que trabaja duro...", como planteó durante su campaña electoral. Tomando prestado el viejo discurso reaganista de los ‘80 busca redefinir la "cuestión social", creando una nueva línea de demarcación, ya no entre pobres y ricos, capitalistas y trabajadores, sino entre asalariados y "asistidos", obreros y estafadores. Busca, por un lado, disminuir significativamente el presupuesto estatal en servicios sociales, considerado una pesada carga por el conjunto de la patronal y, por el otro, lograr un consenso social reaccionario que le permita atacar a los sectores más débiles y vulnerables de la clase obrera que dependen para su subsistencia del subsidio estatal, profundizando la división de los trabajadores con el objetivo de terminar reestructurando el conjunto de la fuerza de trabajo y lograr imponer un salto en la carga y duración de la jornada de trabajo y de la precariedad laboral. En política exterior tiene una orientación menos europeísta que los demás candidatos, realizando una visita vergonzosa a Bush. Por su parte, Ségolène Royal ha abandonado toda referencia al viejo reformismo, retomando cada uno de los temas de la derecha, como los del trabajo y del nacionalismo, concentrándolos en su consigna central del "orden justo", y encaminándose hacia el blairismo, la variante más derechista de la socialdemocracia. Es más, en la segunda vuelta, le ha propuesto indirectamente un pacto presidencial a la centroderecha de Bayrou, lo que implicaría una ulterior ubicación a la derecha. No por casualidad este llamado fue saludado por el primer ministro italiano Romano Prodi, que recientemente fundó el Partido Democrático, procedente de la disolución del partido de la Margarita (provenientes de la vieja democracia cristiana) y de los DS (Demócratas de Izquierda, proveniente del viejo Partido Comunista italiano). Este giro a la derecha implica el práctico abandono de su base social histórica, la de los obreros y trabajadores asalariados, subproducto del abandono de todo programa de defensa de sus derechos, y convirtiéndose por el contrario en los campeones de la subordinación de la competitividad de la empresa, única forma inexorable de responder a las zonas de Europa y otras partes del mundo que se basan en una mano de obra barata para evitar las deslocalizaciones. Como se ve, con métodos y formas distintas, dos variantes reformistas.

A la izquierda del Partido Socialista

Como planteamos al inicio, las elecciones mostraron un retroceso de las corrientes a la izquierda del PS. Dentro de este marco se observa un fuerte retroceso de los Verdes y la catástrofe electoral del Partido Comunista (PC), resultando su elección más baja en toda su vida. Por su parte, Jose Bové, el campesino bonachón, altermundista, pretendió capitalizar el voto a izquierda del PS de muchos sectores juveniles y populares vinculados al mundo asociativo y sindical, cansados de la política social liberal del PS y que votaron NO a la Constitución europea. Su escaso 1,32% no está a la altura del golpe de efecto "anti-liberal" que aspiraba encarnar. En el seno de la "extrema izquierda", el PT con su candidato y campaña nacionalista ha obtenido un resultado lamentable. Lo que llama la atención es el brutal retroceso de LO y su candidata histórica, Arlette Laguillier. La pérdida de más de un millón cien mil votos es un duro golpe objetivo para esta organización, en el marco de que su plataforma electoral fue más moderada que en anteriores comicios y que, asustado del aislamiento que supuso su abstención en la segunda vuelta frente a la disputa Chirac vs. Le Pen en 2002, se apuró a remarcar su apoyo crítico y distanciado a Ségolène Royal para la segunda vuelta, respaldo que fue destacado por la candidata del PS en un acto el día martes posterior a la elección. LO está pagando su escandalosa intervención en los dos últimos tests ácidos de la lucha de clases en Francia, la revuelta de las banlieues y el movimiento anti CPE. En la primera, cediéndole a los prejuicios de la aristocracia obrera, denunció a la revuelta como una muestra de rabia lumpen y durante el movimiento anti CPE estuvo claramente a la retaguardia. Estas posiciones la han alejado de los trabajadores más avanzados, los inmigrantes y los jóvenes, a pesar de que aún conserva un importante número de militantes.

La LCR: un éxito electoral pero que no lucha por una alternativa de clase

En este marco de derechización electoral y peso del voto útil, y en el marco del retroceso de la izquierda a la izquierda del PS, resalta el resultado electoral de la LCR y su candidato presidencial, Olivier Besancenot joven cartero de 33 años que obtuvo 1.498.780 votos (4,08 %), casi 300.000 votos más que en 2002. Estos números ubican a la LCR como la principal fuerza a la izquierda del PS. La campaña de Besancenot se concentró en una serie de demandas inmediatas y democráticas, como el fin del trabajo flexible y las horas extras, un incremento general de salarios y un salario mínimo de 1.500 euros neto por mes, entre otras. Pero el problema central es que la LCR mantiene una estrategia permanente de frente antineoliberal, orientación que se opone por el vértice a una alternativa de clase, aunque en las elecciones los sectores que propugnan más abiertamente esta orientación y apoyaban la candidatura unitaria de Bové quedaron en minoría. Esta política es consecuencia del abandono de la lucha por la dictadura del proletariado, es decir, la lucha por la perspectiva de un gobierno obrero y popular, que expropie a los grandes capitalistas mediante la destrucción del Estado burgués. Como resultado de esto, y de la adopción de una estrategia de "democracia hasta el final", la LCR a pesar de levantar una serie de demandas, algunas bien radicales, no supera su ubicación como el sector más contestatario a la izquierda del PS, que busca presionarlo por izquierda frente a un eventual gobierno de Ségolène, o en el terreno de la lucha de clases -como fue durante la lucha contra el CPE- supere las claudicaciones y traiciones de la política de conciliación de clases de la burocracia sindical, levantando un programa ofensivo contra el régimen y el Estado burgués que permita a los trabajadores pasar a la ofensiva o al menos reagrupar a los elementos más concientes de la vanguardia. Esta ausencia de una alternativa de clase hace que los elementos de subjetividad y conciencia que se desarrollaron en estas luchas no tengan continuidad, permitiendo la confusión y en algunos casos la desmoralización de la vanguardia lo que permite la penetración más fácil del engaño burgués, como fue el caso del último año, que desembocó en la actual recomposición reaccionaria del régimen. Frente a su nueva responsabilidad es de vital importancia que las corrientes más de izquierda en el seno de la LCR busquen cambiar el rumbo estratégico de ésta, ya que sino a pesar de su relativa buena elección (producto de reflejar, aunque sea en forma distorsionada, las demandas de los trabajadores y sectores en lucha), será incapaz de ser una alternativa real para las necesidades de enfrentar al nuevo régimen que tiene el proletariado francés.

Perspectivas

La responsabilidad central de la recomposición reaccionaria del régimen imperialista francés, a un año del retroceso gubernamental frente al CPE, recae en las direcciones oficiales del movimiento obrero y estudiantil que, lejos de aprovechar la debilidad de la V República para derrotar a Villepin, Chirac y su plan, lo sostuvieron mientras se fue montando la trampa electoral. La actual derechización y la emergencia de un régimen más bonapartista aún, como el que se daría de ganar Sarkozy, o en menor medida Ségolène Royal, son el producto de esta traición abierta de la burocracia sindical y de los partidos reformistas como el PC y la claudicación de la mayoría de los partidos de extrema izquierda (desde la hostilidad de LO a los jóvenes de los barrios o a las acciones "ultraizquierdistas" de los estudiantes como la toma de las estaciones, y el seguidismo de ésta y la LCR a las direcciones sindicales) a la lucha del CPE y en especial en la de las banlieues. Sin embargo, en el nuevo clima electoral que se expresó en los comicios no significa que el panorama social se presentará apacible para el próximo ocupante del Eliseo. Por el contrario, en las semanas previas a los comicios asistimos a una reactivación de sectores clave del proletariado en Francia. Los movimientos que emergieron en el último período poco tienen que ver con las tradicionales luchas estrechamente controladas por la burocracia sindical y lanzadas para respaldar las alternativas de centroizquierda en las fases preelectorales. Las luchas de los docentes contra el aumento de su volumen anual de trabajo, de los trabajadores de Alcatel, de Airbus en contra de los despidos, de los portuarios del Puerto Autónomo de Marsella, de los empleados de la ANPE, los trabajadores de PSA (Citroën) de Aulnay que llevaron adelante una lucha por la integración de los precarizados y por aumento salarial son una muestra. Son luchas, sobre todo en el caso de la de Citroën Aulnay, que emergieron por fuera de la agenda sindical en reacción a los golpes que la patronal y el Estado pretenden asestar al mundo del trabajo. Esto no significa que los sindicatos no hayan logrado controlarlas para que no se les escape de las manos. Son el síntoma, sin embargo, de un importante y decisivo retorno de la cuestión social en Francia mediante sus propios protagonistas, después de la relativa calma del período que sucedió a los tres intensos meses de lucha anti CPE. A su vez, frente a los nuevos ataques de Sarkozy a los inmigrantes y a los niños sin papeles, se crearon comités de vigilancia para impedir la expulsión de niños indocumentados y de sus familias. Las marchas organizadas en París en solidaridad con los alumnos y padres de alumnos indocumentados que el Estado pretende deportar, muestran cierto retorno concreto de la temática de la solidaridad como ya se había visto en las vacaciones de verano. Más recientemente, los acontecimientos de la Gare du Nord del 27 de marzo, sobre todo cuando durante varias horas por la tarde varios centenares de usuarios, la gran mayoría trabajadores o estudiantes que volvían a sus casas, se opusieron colectivamente a un control policíaco brutal, como los hay por decenas cada día en la capital, frente al arresto de un viajero congolés. Esta situación deja en claro que aun con una victoria en la segunda vuelta del más brutalmente derechista de los dos principales candidatos de la burguesía, el ex ministro del Interior Sarkozy, hoy día lo más probable es que el futuro gobierno tendrá que lidiar con una fracción consistente de las clases populares hostil al discurso reaccionario y racista de la UMP, o en caso de derrota con su versión más civilizada pero igual de reaccionaria, antiobrera y antiinmigrante de Ségolène Royal. Frente a los futuros embates del próximo gobierno, el giro socialiberal del PS y la debacle del PC, los dos partidos históricos de la clase obrera francesa, está planteada más que nunca la movilización en las calles y la mayor unidad de acción contra todo ataque antiobrero o a las libertades democráticas, a la vez que es necesario luchar por un partido de los trabajadores independiente con un programa revolucionario.

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