FT-CI

Segunda declaración de la FT-CI frente a la crisis de Medio Oriente

¡Detengamos la ofensiva israelí sobre Palestina y el Líbano!

19/07/2006

1 El ataque del Estado de Israel al Líbano, con bombardeos y misiles y la imposición de un bloqueo aéreo y marítimo, que ya lleva una semana y donde han muerto 320 libaneses, constituye el segundo frente abierto por el gobierno israelí, con total apoyo de Washington, para redefinir el Medio Oriente en función de sus intereses reaccionarios. El primer frente había sido abierto cuatro semanas atrás con la invasión a la franja de Gaza, donde un millón y medio de palestinos sufren un virtual sitio, sin electricidad y con reservas de comidas en niveles bajísimos.

El gobierno de Olmert ha utilizado los secuestros de soldados israelíes, primero en Gaza el 25 de junio y luego el 12 de julio en la frontera libanesa, como excusas para una operación militar en gran escala, que estaba claramente preparada con mucha antelación, para llevar a cabo sus objetivos estratégicos que no tienen relación directa con los incidentes que supuestamente la provocaron.

2 Estas acciones militares del Ejército sionista constituyen la ofensiva reaccionaria en Medio Oriente más importante desde la invasión a Irak realizada por la administración Bush en 2003. Sin embargo, a diferencia de esta operación contrarrevolucionaria, la actual ofensiva israelí se da en un marco de relativa (aunque precaria) unidad imperialista y en ausencia de un movimiento de masas que se le oponga en las calles como fue el fabuloso movimiento antiguerra que alcanzó los cinco continentes.

3 En cierta medida, la ofensiva israelí es una respuesta reaccionaria al resultado provisorio de la invasión a Irak, que llevó al empantanamiento militar del imperialismo norteamericano, y al avance -parcial, todavía en desarrollo y aún no consolidado- de Irán como potencia regional. Estos acontecimientos, junto al triunfo de Hamas en los territorios ocupados, que abre las puertas a una potencial radicalización de las masas de los países árabes, donde muchas de las oposiciones a sus gobiernos conservadores y pro imperialistas son encabezadas por grupos afines a esta organización (como la Hermandad Musulmana), amenazan con un cambio de la relación de fuerzas regional, en contra de los intereses de Estados Unidos, Israel y las burguesías árabes conservadoras, más allá de que desde el ángulo y el programa de la revolución proletaria las direcciones que se fortalecen no tienen un carácter obrero, ni son consecuentemente antiimperialistas y mucho menos anticapitalistas. Es por eso que EEUU, aunque no puede intervenir directamente, apoya y ve con buenos ojos el éxito de la operación israelí, igual que los gobiernos de Egipto y la monarquía de Arabia Saudita, aterrados ante el avance de Irán. Actitudes similares adoptan el gobierno de Jordania, que teme que el ejemplo de Hamas incite a la mayoría de la población de origen palestino, y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Abbas, en los territorios ocupados, un agente directo de la ocupación sionista. Por todo esto, estamos ante un acontecimiento reaccionario, que junto a la situación de Irak y la presión imperialista contra el armamento nuclear iraní, va a moldear -por su importancia- el carácter del Medio Oriente, y en cierta medida de la política mundial, en los próximos meses y años.

4 Los objetivos del gobierno israelí en sus dos frentes militares son cada vez más evidentes. En Gaza, el Estado de Israel no oculta su deseo de destruir el gobierno de la ANP, encabezado por Hamas. El bloqueo económico impuesto en enero, después de que Hamas ganó las elecciones parlamentarias, ha ido escalando en un bloqueo militar en gran escala de Gaza, donde Hamas tiene sus principales bases de apoyo. En El Líbano, el objetivo de Israel es debilitar significativamente el aparato militar de Hezbollah, movimiento chiíta islámico que domina el tercio sur del país, incluida si fuera posible la liquidación física de toda su cúpula en particular de su principal dirigente Hassan Nasrallah.

5 Contrariamente a lo esperado por Washington, la retirada militar siria del Líbano el año pasado como producto de la “revolución de los cedros”, orquestada por EE.UU. y la Unión Europea después del asesinato del hombre fuerte de este país Rafik al-Hariri que instaló un régimen más pro norteamericano, dejó a Hezbollah con más campo de maniobra militar frente al Estado sionista, como demuestran las sorpresivas tomas de rehenes -la segunda en menos de un mes que sufren las fuerzas de seguridad sionistas tomando en cuenta la de Gaza. Junto a esto, y sobre todo, con la probable ayuda material de Irán a Hezbollah, el lanzamiento de misiles a Haifa (la tercera ciudad israelí) que el domingo pasado se cobró la vida de ocho residentes y la amenaza de llegar a Tel Aviv (la principal ciudad israelí), el orgullo del Ejército de Israel ha sido afectado ya que quedó demostrada la vulnerabilidad del Estado sionista, cuestión que el gobierno israelí no puede tolerar. Como declaró el ministro de Defensa de Israel, el laborista Amir Peretz: “Si el gobierno del Líbano fracasa en desplegar sus tropas, como es de esperar de un gobierno soberano, no permitiremos que las fuerzas de Hezbollah permanezcan mucho más en las fronteras del Estado de Israel”, cuestión que reafirmó el lunes al decir que el objetivo de Israel es: “crear una zona tapón despoblada entre Líbano e Israel para evitar el regreso de las milicias de Hezbollah”. En otras palabras, si el ejército del Líbano no desarma a Hezbollah -y nadie espera que lo haga- las Fuerzas Armadas israelíes lo harían por cuenta propia. Esto pese a las declaraciones desesperadas del primer ministro libanés el sábado pasado a sus ciudadanos que habló por primera vez “de trabajar para extender la autoridad estatal sobre el conjunto de su territorio, en cooperación con las Naciones Unidas en el sur del Líbano”. Sin embargo, todos dudan que este frágil gobierno, atravesado por disputas internas, entre el Hezbollah chiíta apoyado por el eje Siria-Irán frente a la alianza antisiria de sunitas, drusos y cristianos cuyos dirigentes respectivamente son el trío Hariri-Jumblat-Geagea, pueda mantenerse unido ante una medida de este tipo que podría reiniciar la guerra civil en este país, además de que tendría problemas para controlar al Ejército, el cual está compuesto por muchos elementos chiítas y tiene un comando pro-sirio.

6 Durante los últimos días, el gobierno de Israel intensificó aún más su ofensiva. El domingo pasado por la noche, la aviación israelí arremetió contra las ciudades de Trípoli y Baalbeck. Durante el día, descargó demoledores ataques contra Beirut donde calles enteras quedaron reducidas a escombros. Gran parte de esta Capital quedó sin luz. Los suburbios del sur de Beirut fueron destruidos. El edificio del canal de TV de Hezbollah, Al Manar, fue bombardeado y "no quedó piedra sobre piedra". También fueron blancos las ciudades portuarias de Sidón y Tiro. El aeropuerto de Beirut fue bombardeado, además de las líneas de comunicaciones aunque no fueron destruidas totalmente, y el sistema de carreteras como la que une Beirut con Damasco, la capital de Siria. Además de seguir atacando la infraestructura de Hezbollah
Estas acciones punitivas tienen por objeto castigar a la población del Líbano y a su gobierno, haciéndolos responsables de albergar en su territorio a un grupo “terrorista” como Hezbollah con el propósito de volver a sectores de la población (en especial a los cristianos maronitas que, pese a toda la fachada de unidad que reina en el Líbano de hoy, no son muy afectos a sus compatriotas chiítas, la mayoría trabajadores, campesinos o ciudadanos comunes con limitada movilidad social) en contra de Hezbollah a la vez que responden al objetivo militar de prevenir que nuevas provisiones penetren al Líbano. Por eso se han atacado las instalaciones costeras amén de destruir la industria del turismo. Conjuntamente, está degradando el sistema de carreteras del Líbano con el objetivo de prevenir que los refuerzos puedan alcanzar a los luchadores de Hezbollah en el sur, y lo más importante, evitar un retiro o desplazamiento del equipo pesado que Hezbollah dispone en el sur, particularmente sus lanzacohetes, misiles y lanzadores. Los israelíes están preparando el campo de batalla para "romper" a Hezbollah -esa es la rara expresión utilizada por uno de sus altos mandos militares- y destruir su "cáncer terrorista".

Mientras tanto, Tel Aviv deja correr ciertas iniciativas diplomáticas que le permiten reposicionarse en el sistema internacional, mostrando su buena voluntad de llegar a un compromiso, planteando demandas que lo hagan aparecer como extremadamente razonable pero que a la vez -como lo demuestra el tercer punto de las condiciones para un cese del fuego planteado por el primer ministro Olmert, el retiro al norte del río Litani de Hezbollah y la entrega de sus arsenales de lanzamisiles y lanzacohetes al Ejercito Libanés- son completamente inaceptables para esta organización. Mientras este juego sigue, también continúan los bombardeos aéreos buscando socavar las principales fortalezas de Hezbollah.

Sin embargo, lo fundamental de la pelea aún no ha comenzado. Con las andanadas aéreas, Israel quiere rodear y aislar a Hezbollah para que, si tiene que realizar una operación terrestre en gran escala en el sur del Líbano, esta sea rápida y profunda (sobre todo más devastadora para reducir significativamente el poder de fuego de esta organización), y no como la larga y costosa ocupación del Líbano de 1982. Hezbollah, por su parte apuesta, de darse tal incursión, a llevar al ejército israelí a una guerra de guerrillas de desgaste que le imponga fuertes bajas y un alto costo económico y moral. Si evita ser diezmado por un enemigo infinitamente superior como Israel puede presentarse como un grupo combatiente que no le teme a Israel, a diferencia de las cobardes burguesías árabes, lo que elevaría aun más su prestigio al ser considerada la fuerza beligerante que ayudó en el pasado a la retirada de Israel del Líbano.

El interrogante es Siria. Israel no tiene por ahora mucho interés en abrir un tercer frente, además Washington no vería esto con buenos ojos, en el medio de las negociaciones tras bambalinas que tiene con Irán sobre el futuro de Irak, que si tocan a su principal aliado en la región (Siria) podría usar sus recursos en este país para desestabilizar al frágil gobierno iraquí y entorpecer y descalabrar en forma calamitosa los planes de retirada ordenada por Washington. El problema es que si se descarta la opción de bombardear Siria, este país, al igual que durante la guerra de Irak, se podría convertir en un santuario que permita el reposicionamiento de los combatientes de Hezbollah a lo largo de su frontera, impidiendo en gran medida el brutal golpe que pretende darles Israel.

Pero, el elemento que puede alterar significativamente la relación de fuerzas y hacer fracasar los planes del Estado Mayor más poderoso, como es el Ejército sionista, es el hecho de que una intensificación aún mayor de su ofensiva en el Líbano puede incitar a la movilización de las masas de Medio Oriente, que durante semanas vienen viendo los bombardeos, el sitio y el castigo colectivo a que son sometidas las masas palestinas en Gaza, lo que ha incrementado el odio y el ánimo de venganza hacia el Estado sionista. También, aunque todavía en forma muy minoritaria, comienza a despertar al movimiento pacifista israelí, cuestión que puede crecer si siguen los costos no sólo sufridos por su ejército (formado en buena medida por soldados conscriptos) sino también por la población civil, si el gobierno israelí no logra detener rápidamente los bombardeos de misiles sobre sus centros poblados.

7 La actitud criminal del gobierno sionista por más de seis días en el Líbano y casi tres semanas en Gaza, cuenta con el apoyo descarado de la administración Bush, que se negó reiteradamente a los pedidos de un alto el fuego y declaró infinidad de veces desde que comenzaron las hostilidades, que avala el supremo y legítimo derecho de Israel a su autodefensa, agregando el día de hoy que “Hemos pedido que al hacer eso, tenga en mente al gobierno de (el primer ministro libanés, Fuad Saniora). Es muy importante que este gobierno en Líbano tenga éxito y sobreviva”, frente al peligro de que “Siria está intentando retornar al Líbano”. Por su parte el Grupo de los Ocho, reunido en Moscú, se ha alineado con Washington y Tel Aviv, sacando un comunicado el domingo acusando a Hezbollah y a Hamas por el conflicto de Medio Oriente. En sus propias palabras: “No puede permitirse que estos elementos extremistas y aquellos que los apoyan lleven al Medio Oriente al caos”, afirmando el derecho de Israel a defenderse y sólo haciendo un somero llamado a Tel Aviv a ejercer una “mayor contención”. Este comunicado es una bofetada a todos los llamados a un cese del fuego y le otorga luz verde a Israel para su agresión tanto en el Líbano como en Gaza. Es de destacar el total alineamiento con la posición norteamericana del otrora opositor a la guerra de Irak, el presidente de Francia Jaques Chirac, que en Rusia declaró: “Estoy totalmente de acuerdo con la opinión de George Bush de que es esencial poner en práctica la resolución 1559 (del Consejo de Seguridad de la ONU). Todas las fuerzas que amenazan y ponen en peligro la seguridad, la estabilidad y la soberanía del Líbano deben cesar”, en clara referencia a Hezbollah, aunque al otro día mandó a su desgastado primer ministro a buscar una fútil salida negociada. Más bochornoso, por su supuesta neutralidad, es el rol de la ONU. El día sábado su Consejo de Seguridad rechazó un pedido de cese de fuego reclamado por el gobierno del Líbano y presentado por Qatar, mientras apoyaba una resolución promovida por los EE.UU. que impone sanciones a Corea del Norte y demandando la suspensión de su programa de misiles nucleares. El apoyo casi abierto a la ofensiva sionista fue remarcado por un veterano diplomático occidental citado por el diario israelí Haaretz, quien afirmó: “No sería una exageración decir que el Consejo de Seguridad le dio luz verde a Israel para continuar sus actividades”. Exultante, después de la sesión, donde según sus propias palabras muchos de sus colegas le daban palmadas de aliento, el ministro de Relaciones Exteriores de Israel, sostuvo: “Israel y la comunidad internacional comparten un mismo problema -la presencia de los extremistas terroristas”. Por su parte, los regímenes árabes han demostrado una vez más su impotencia y abierta complicidad con la agresión israelí apoyada por los EE.UU. Después de una reunión de emergencia celebrada en El Cairo, todo lo que la Liga Árabe acordó fue un llamado al Consejo de Seguridad de la ONU a intervenir.

En América del Sur, los gobiernos “progresistas” de la región mantienen un silencio cómplice ante la escalada israelí. Peor aún, en el caso de los países del MERCOSUR se aprestan a firmar un Tratado de Libre Comercio con Israel, cuando este está ejecutando semejantes masacres lo que desenmascara su supuesto “anti norteamericanismo”.

8 El apoyo explícito de EE.UU. y de los órganos dominados por el imperialismo, como el G8 y la ONU, a la agresión israelí y la abierta complicidad de las burguesías árabes de Egipto, Jordania y Arabia Saudita muestran que estamos frente a un verdadero complot internacional para doblegar a las masas palestinas y a las masas resistentes del Líbano. Ante este frente único reaccionario es necesario que las organizaciones obreras, estudiantiles y populares, los partidos que se reclaman democráticos, las organizaciones de izquierda, en especial las que se reclaman trotskistas, hagamos todos los esfuerzos para poner en las calles a miles de trabajadores, campesinos y estudiantes para detener la ofensiva israelí a Gaza y al Líbano y como parte de la lucha por impedir que el ejército sionista y las fuerzas imperialistas que lo apoyan puedan doblegar la resistencia de las masas de la región, a la vez que redoblamos los esfuerzos para echar al ejército norteamericano y su socio británico, de Irak y de todo Medio Oriente, la verdadera fuerza contrarrevolucionaria que directa o indirectamente está detrás de todos los gobiernos y planes reaccionarios de esta región de importancia estratégica, ya que controla las principales fuentes de petróleo a nivel mundial. Estamos ante un salto cualitativo del gobierno sionista de imponer una solución unilateral al problema palestino, y ante una escalada en toda la línea contra los grupos que resisten su dominio en todo Medio Oriente. En septiembre de 2000, el presidente norteamericano Clinton y el primer ministro Ehud Barak, fracasaron en lograr una total capitulación de Arafat en las conversaciones de Camp David. Esto fue utilizado por el “halcón” Sharon para montar su infame provocación en la mezquita Al Aqsa en Jerusalén, que desató la segunda intifada. Esta acción del que después sería primer ministro de Israel hasta su parálisis cerebral a fines del año pasado y cuyo continuador es el actual gobierno de Olmert, señaló un decisivo giro de Israel: de la búsqueda de un acuerdo negociado con los palestinos (Acuerdos de Oslo) a una política que fue socavando a la Autoridad Nacional Palestina, primero en los últimos años de vida de Arafat y ahora más decisivamente frente al gobierno de Hamas, conjuntamente con la política deliberada de debilitar a los grupos de la región como Hezbollah que son declarados enemigos del Estado sionista. Esta verdadera cara del Estado sionista muestra que es una utopía reaccionaria y una mascarada para desviar las energías de la lucha de las masas hacia la “solución de dos Estados”, solución engañosa que siempre tuvo como premisa la renuncia del pueblo palestino a sus derechos democráticos más elementales, como el derecho de retorno de los miles de refugiados palestinos, expulsados de sus tierras por el Estado sionista y el derecho a tener su propio Estado en todo su territorio histórico. El supuesto “Estado palestino” no sería más que una serie de ciudades aisladas, circundadas por el muro de seguridad, sin continuidad territorial ni viabilidad económica, sin la posibilidad de controlar sus fronteras ni recursos escasos como el agua. La conclusión evidente es que los derechos democráticos del pueblo palestino son incompatibles con la existencia del Estado sionista, un enclave racista y colonial, fundado en 1948 sobre la base de la expulsión y la limpieza étnica de la población árabe que habitaba Palestina. Como resultado de distintas guerras -como la llamada “guerra de la independencia” en 1949 o la guerra de los seis días en 1967- y de su política de ocupación de territorios con colonos de la extrema derecha religiosa, ha ido extendiendo sus fronteras, incorporando cada vez más porciones de los llamados territorios ocupados.

La política agresiva de Israel ha prestigiado enormemente a grupos como Hezbollah que, frente a la posición vergonzosa de las burguesías árabes, aparecen como héroes sobre todo para las masas palestinas. Pero Hezbollah pese a su carácter combativo y de estar hoy enfrentando al ejército sionista, es una organización islámica radical, y por lo tanto que sostiene la conciliación de clases, como lo demuestra siendo parte del gobierno de “unidad nacional” reaccionario en el Líbano junto a los sectores acaudalados de la burguesía maronita y sunita, como el hijo del ex premier Hariri, a la vez que mantiene relaciones clientelares con Siria y en mayor medida con Irán, país que fundó, financió y organizó este grupo después de la revolución iraní de 1979, para sus objetivos de política exterior, constituyendo hoy una de las principales piezas del régimen teocrático de Irán en sus aspiraciones regionales. Por eso los revolucionarios, mientras los defendemos ante la agresión del estado sionista y consideramos legítimos sus actos de resistencia contra el Estado terrorista de Israel, mantenemos total independencia política de este grupo islámico radical. A la vez, estamos por la derrota de la agresión (y probable invasión) israelí contra el Líbano, que de tener éxito sólo establecerá un gobierno más pro imperialista que probablemente acepte una considerable fuerza de interposición de la ONU, una vez que el ejército israelí haya limpiado el terreno. Sólo una dirección obrera revolucionaria, independiente de todos los gobiernos burgueses de la región, no sólo de los amigos de Israel sino también de los que hoy aparecen como enemigos como es el caso de Siria e Irán, puede ser una alternativa para las justas aspiraciones de las masas de la región. No olvidemos que el régimen sirio no dudó en el pasado en invadir al Líbano para contener la radicalización de los refugiados palestinos (como fue el caso en 1976 con el aval de Israel, Francia y los EE.UU.) y que hoy apuesta al caos en ese país para volver a ocupar las posiciones perdidas el año pasado o que podría venderse al campo sionista si Israel está dispuesto a pagar un alto precio, como podría ser la reapertura de negociaciones por las alturas del Golan (una porción de territorio sirio que Israel arrebató a este país en la guerra de los Seis Días de 1967). Lo mismo con respecto a Irán país que libró una guerra fraticida contra Irak en los ‘80, que desangró y desvió la energía revolucionaria de millones de trabajadores, estudiantes, campesinos y pobres urbanos que habían confiado en la revolución islámica, proceso que ayudó a liquidar este alzamiento revolucionario y consolidar a la teocracia iraní y que más recientemente toleró la ocupación estadounidense de Irak apostando a que los yankis hicieran el trabajo sucio con los sunitas para quedarse después en inmejorable posición para avanzar en su influencia en Irak, frente al desgaste y empantanamiento militar norteamericano.

Con respecto a Palestina, los revolucionarios defendemos a los militantes de la resistencia palestina frente al Estado sionista, y también el derecho del pueblo palestino a elegir a su propio gobierno, pero planteamos claramente que la estrategia de las direcciones islámicas como Hamas de transformar a Palestina en un Estado teocrático es totalmente reaccionaria. Esta estrategia no sólo liquida libertades democráticas básicas sino que la ilusoria idea de una “comunidad de los creyentes” oculta las obscenas divisiones de clase de las sociedades islámicas, y es enemiga de que la clase obrera a la cabeza de las masas oprimidas de la región enfrente al imperialismo y a sus gobiernos locales sirvientes, con una política independiente. Frente a esta política, que lleva la lucha por la liberación nacional a un callejón sin salida, los marxistas revolucionarios estamos por la destrucción del Estado sionista reaccionario de Israel y sostenemos que un estado palestino laico, democrático y no racista sólo es posible con una Palestina obrera y socialista, donde puedan convivir en paz árabes y judíos, en todo el territorio de la Palestina histórica (que incluye tanto el que ocupa actualmente Israel, como Gaza y Cisjordania), en la perspectiva de una Federación de Repúblicas Socialistas de Medio Oriente.

19 de Julio de 2006

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