FT-CI

Brasil

Brasil tras el triunfo de Lula

01/01/2003

1. El 27 de octubre de 2002, millones de trabajadores, sectores populares, amplias clases medias y campesinos sin tierra votaron masivamente a Lula y al PT, con la cifra récord de 52 millones de votos, y con grandes ilusiones y esperanzas de cambios, dándole el triunfo y transformando a Lula en presidente de Brasil. Fue una respuesta frente al desempleo masivo, a la situación crítica de la economía, a las privatizaciones, la dependencia externa que se acrecentó volviendo al país más vulnerable, en síntesis, una respuesta a las grandes desigualdades, sumisión al imperialismo y una pobreza cada vez mayor. La amplia mayoría votó creyendo que el nuevo presidente podrá realizar cambios a su favor, frente a su situación de postergación de la última década.

Es necesario ubicar este resultado electoral en el contexto de la situación política de América del Sur, donde desde la segunda mitad de la década del ‘90 la clase trabajadora y los campesinos pobres comenzaron a resistir los ataques y la aplicación de los planes “neoliberales”. Las expresiones más evidentes fueron las rebeliones campesinas en Bolivia en abril y septiembre de 2000 y el levantamiento campesino, indígena y popular en Ecuador en enero de 2001, que obligó al entonces presidente a renunciar. En el último período, esas luchas han asumido un carácter más urbano, mostrando una tendencia a la generalización. Las expresiones más evidentes fueron las jornadas revolucionarias de diciembre de 2001 en Argentina, la lucha del pueblo venezolano contra el golpe de Estado pro-imperialista en abril y las recientes movilizaciones en Perú, Uruguay y Paraguay.

Desde esta óptica, el triunfo electoral de Lula y del PT en las elecciones presidenciales abre una nueva situación política en el país, con el importante giro a la izquierda del movimiento de masas y las ilusiones y las aspiraciones depositadas en el futuro gobierno. Este importante giro tendrá inmediatas repercusiones en el conjunto de la situación sudamericana, esto es, será un fenómeno que superará las fronteras nacionales1. La importancia del proceso brasileño ubica a este país como uno de los polos de la situación latinoamericana en el terreno político, económico y social, conviertiéndolo en el fiel de la balanza del Cono Sur. Es de destacar la reciente declaración del FMI afirmando que Brasil es determinante no sólo para América del Sur, sino también para el conjunto de los países “emergentes” con respecto al eventual comportamiento del capital extranjero en esos países2.

Una política preventiva para evitar la ruptura del equilibrio inestable en el país

2 Asistimos al primer triunfo electoral, desde los años ‘70 en el Cono Sur, de una coalición política con las características de Frente Popular, con un vasto apoyo popular y una fuerte ligazón con el movimiento de masas, que mayoritariamente lo verá como “su” gobierno. Una coalición motivada por las necesidades de la burguesía para amortiguar la posible eclosión de una crisis económica, intentando evitar un rumbo semejante al de Argentina, o a otros de la región, sacudidos por fuertes crisis orgánicas, crisis de Estado e irrupción del movimiento de masas. Es decir, intentan evitar una ruptura en la correlación de fuerzas entre las clases fundamentales, imperialismo, burguesía nacional y proletariado, y sus fuerzas auxiliares. Se trata de una política preventiva para salvaguardar al régimen. La burguesía, al no poder contar con un candidato “suyo”, potable, por el agotamiento del “neoliberalismo” y el descontento de las masas, y frente a un eminente default; se vio obligada a recurrir al PT y a Lula como “alternativa” más segura para el desvío preventivo del giro que ya se diseñaba en las masas, con vistas a la “seguridad” del régimen de dominio. Sin embargo, este mismo proceso concentrará una acumulación y exasperación de las contradicciones que tenderán a manifestarse con todas sus fuerzas en el próximo período. El nuevo gobierno tendrá que lidiar con las inmensas ilusiones y aspiraciones de los trabajadores, campesinos pobres y el pueblo, en medio de una fuerte crisis económica nacional e internacional. Pero también por las disputas interburguesas entre el nuevo sector que se dispone a ser el “nuevo” bloque dominante y el que hegemonizó en todo el período anterior más ligado al mundo de las finanzas. En este contexto, la llegada al gobierno de Lula y del PT, no se trata de una especie de alternancia de gobierno, tal como se venía desarrollando en el período anterior en los diversos países de la región. Se trata del triunfo de un Frente Popular, de carácter preventivo, articulado en torno del PT, con un ex obrero metalúrgico en la presidencia, aliado a sectores concentrados de la burguesía y no apenas a sus alas de “izquierda”, que se desarrolla sin un proceso de grandes luchas de las masas, es decir, sin radicalización política3.

El hecho de que la burguesía brasileña -la más fuerte del continente- deba recurrir al PT es una demostración de la erosión de la propia hegemonía política burguesa y sus fracturas internas, que ha dominado políticamente desde el “coronamiento” de la transición de la dictadura militar para el actual régimen de dominio. La vigorosa ofensiva económica y su profunda crisis, la ruptura en la región sudamericana del equilibrio inestable que imperó durante los ‘90 y la degradación de las democracias burguesas en el continente, debilitaron las bases de sustentación que mantenía el gobierno de Cardoso y su sector hegemónico dominante. Estas fracturas entre fracciones dominantes de la burguesía se enmarca en el fin del “Consenso de Washington” y en el agotamiento de los llamados planes “neoliberales”. Así, uno de los mayores partidos obrero-burgueses del mundo, con fuerte inserción en el movimiento de masas, completamente integrado al régimen desde hace muchos años y que tuvo un rol central para la “gobernabilidad” durante la presidencia de Cardoso, encabeza ahora el gobierno para un “aggiornamiento” preventivo del régimen político brasileño. Para ello cuenta con el sostén de sectores concentrados y claves de la burguesía, mientras que conserva un enorme apoyo entre las masas, con amplios deseos de cambios contra la miseria causada por una década de aplicación de los planes pro-imperialistas.

Lo que hace que la burguesía confíe al PT el papel de auxiliarla en prevenir posibles catástrofes económicas, políticas y sociales es, por un lado, el poder de contención social que el PT posee, por la influencia que tiene en la clase trabajadora, en los campesinos sin tierra y en el pueblo pobre y por otro lado, el “buen” ejemplo que el PT ha dado en las ciudades y Estados donde gobierna4. En la década del ‘90, en las principales crisis políticas por las cuales atravesó el país, el PT salvaguardó el régimen democrático burgués colocándose como “oposición responsable” en los marcos del orden capitalista, conteniendo la posibilidad de acciones independientes del movimiento de masas a través de la canalización de la insatisfacción popular por las vías institucionales. Todo eso en nombre del “orden” y de la “estabilidad”, utilizando el slogan de la “ética y la moralidad” como instrumento de “modernización” del régimen y envoltura de la lucha interburguesa por un nuevo sector hegemónico, bajo pena de que amplios sectores de la población terminaran pagando por la crisis. Ese camino hizo que el PT fuera ganando la confianza de amplios sectores de la burguesía, tras la administración de importantes estados como Río Grande do Sul, y ciudades de la importancia de San Pablo y Porto Alegre. Pero también, la opción por Lula y el PT es una política consciente de un nuevo sector burgués dominante, el llamado “desarrollista”, que ocupó un papel de “segundo” plano durante el gobierno de Cardoso, en el cual primó el sector financiero. Este nuevo sector, al mismo tiempo, buscará también una “negociación” en otros términos con el imperialismo en el marco, por ejemplo, del ALCA, y con el proyecto de tornarse un interlocutor especial, maniobrando y obteniendo ventajas con las debilidades de la política imperialista en la región5, como desarrollaremos más adelante.

El Frente Popular de Lula-Alencar es preventivo justamente porque se anticipa al desarrollo de procesos avanzados de la lucha de clases en el país, tratando de evitar las situaciones de crisis que atraviesan otras países de Sudamérica. En este sentido, este Frente Popular preventivo se diferencia de un frente popular clásico del tipo del que había definido Trotsky en la década del ‘30. En ese caso, el frente popular constituía el último o penúltimo gobierno de las clases dominantes frente a procesos agudos de radicalización política o a procesos revolucionarios convulsivos, un recurso in extremis antes de la revolución o de la contrarrevolución6.

La aceleración de los factores políticos y las contradicciones del régimen de dominio

3 A la luz de la expresión electoral del movimiento de masas, podemos decir que se opera objetivamente un cambio en la situación. Como afirmaba Trotsky, “para los marxistas no es ningún secreto que las elecciones parlamentarias... distorsionan e incluso falsifican tendenciosamente los estados de ánimo de las masas. No obstante, la dinámica del proceso político se refleja en las elecciones parlamentarias...” Esto se vislumbra en el proceso brasileño, en el que el resultado electoral está expresando una aceleración de los grandes factores políticos que envuelven las contradicciones de la nación semicolonial brasileña. Decimos aceleración de los factores políticos ya que, en la actual situación nacional, no hay una ruptura del equilibrio inestable interno, es decir, de la correlación de fuerzas fundamentales contradictorias, como ya afirmamos, lo que explica la “estabilidad relativa”. No hay una ruptura justamente porque, en el proceso actual, las masas no han entrado en acción, cuestionando profundamente al régimen y sus instituciones. Por eso afirmamos que la “estabilidad relativa” se asienta, no en la fortaleza que la propia burguesía y sus fuerzas dominantes puedan tener, sino más bien en la absorción, por parte de ésta, de un poderoso partido obrero burgués integrándolo completamente a su orden de dominio. Al mismo tiempo, en una histórica debilidad del movimiento de masas, tanto en su subjetividad como en su dirección producto de la acción de las fuerzas reformistas y la gran ilusión de los trabajadores en ellas. La crisis de subjetividad del movimiento de masas, como desarrollaremos más adelante, y las grandes ilusiones en el reformismo proporcionan esa “fuerza” al régimen.

Es por eso que la absorción completa del PT7 le da una fortaleza relativa al régimen brasileño, si lo comparamos con varios países de la región, donde aún hoy la burguesía no cuenta con una mediación de la altura de Lula que pueda desviar procesos revolucionarios, como en el caso de Argentina. Es aquello que ya anticipara Marx, en términos generales, sobre los efectos de la “absorción” de las élites de las clases dominadas por las dominantes: “Cuanto más sea capaz una clase dominante de incorporar a los hombres más eminentes de las clases dominadas, tanto más sólida y peligrosa será su dominación”8 . Es un hecho incontestable que el régimen de dominio en Brasil se ha “fortalecido”, aunque relativamente, con la incorporación del PT, a diferencia de la amplia mayoría de los países latinoamericanos, donde no existen mediaciones de este tipo de gran envergadura9. Ahora bien, el hecho de que el régimen oligárquico brasileño tenga que convivir en la dirección del país con un partido obrero-burgués como el PT y un Frente Popular preventivo refleja las crecientes dificultades de la burguesía a causa de los elementos nacionales, regionales e internacionales planteados.

El hecho de que la burguesía brasileña y sus gobiernos -históricamente “oligárquicos”— deban recurrir a un obrero metalúrgico y un partido obrero-burgués a su gobierno, expresa al mismo tiempo una “degradación” de la democracia burguesa. Es decir, no es una cuestión “normal” este tipo de políticas por parte de las fuerzas dominantes, como no es “normal” un gobierno burgués de frente popular, aunque sea preventivo. Esto es lo que explica las contradicciones más profundas dentro del régimen de dominio, y no sólo las contradicciones del gobierno de Lula por las ilusiones y las aspiraciones del movimiento de masas. Sin embargo, es necesario poner límites a esta “degradación” de la democracia brasileña, ya que a diferencia de países como Bolivia o Argentina, no se desarrolla una profunda crisis de “representación partidaria” que pueda constituir un preludio de una ruptura de las relaciones de clases y partidos, que pueda abrir en lo inmediato una crisis histórica en las clases dominantes. Aunque sea evidente que importantes sectores sociales, principalmente de las clases medias, se separan de “sus” partidos tradicionales, como el PSDB y el PMDB, éstos continúan siendo grandes partidos nacionales que controlan la mayoría de los Estados del país y que actúan como contrapeso en la actual situación. Es que la propia elección de Lula muestra evidentes señales de crisis, pues en un régimen de dominio burgués “normal” el gobierno existe para ser comandado por las propias fuerzas burguesas directamente, sin apelar a partidos obrero-burgueses. Los momentos “indirectos” (frentes populares, golpes semifacistas, etc,) en los que el orden de la democracia de los ricos precisa ser restablecido como la mejor envoltura de la dictadura del capital, son “circunstanciales”. Es por eso que afirmamos que la victoria de Lula no se encuadra en una mera “alternancia” de gobierno10, sino que actúa como prevención con relación a la “erosión” burguesa, es decir, el nuevo gobierno, con la autoridad que goza frente a las masas, tiene la tarea de superar esa “fisura” en el régimen de dominio. En este sentido, recomponiendo y evitando que las masas avancen a un proceso semejante al argentino, o sea, que la “crisis de autoridad” en que los “representados” (dominados) no se identifiquen más con los “representantes” (dominantes) Lula llega al gobierno movido por una inmensa aprobación de la población. Esto dará autoridad al futuro gobierno y lo transforma en un enorme handicap para ayudar a la burguesía a atravesar posibles tempestades, pues las ilusiones depositadas en Lula y la influencia del PT junto al movimiento de masas puede funcionar como un factor paralizante de las mismas. Lo que expresa dialécticamente al mismo tiempo el fortalecimiento relativo del régimen de dominio11.

Las estrategias del PT y de los sectores del “nuevo” bloque económico

4 Durante toda la década anterior, el gobierno de Cardoso, que había surgido como una de las principales figuras políticas alrededor de la cual se alinearon diversas fracciones burguesas, supo garantizar los mayores planes pro-imperialistas y de sumisión del país. Sustentaba uno de los grandes proyectos de la burguesía, más alineado al imperialismo con base en el apoyo y en la continuidad de los planes “neoliberales”, en la primacía de los bancos, del capital financiero y de las grandes multinacionales. El fuerte arco de alianzas políticas que sustentaron ese gobierno era una demostración clara de la hegemonía que se establecía en el país amparado en el viejo “Consenso de Washington”. Pero frente al “agotamiento” de los planes neoliberales y el fuerte proceso de desnacionalización de la economía que devino de su aplicación, se comenzó a sustentar otro proyecto de otras fracciones burguesas, con fuerte peso en la economía nacional, que comenzó a articularse alrededor de la alianza Lula-Alencar y sectores concentrados de los sectores llamados “desarrollistas”. Estos tienen sus exigencias propias sobre cuestiones de economía y de política y procuran una mayor negociación con el imperialismo para buscar un mayor margen de “crecimiento”12.

Este segundo plan, que tomó más cuerpo después del triunfo electoral de Lula y del PT, procura colocarse como una “opción estratégica” para evitar el curso de entrega total al imperialismo, como fue en el caso de Argentina, pretendiendo salvaguardar los “intereses” de la burguesía brasileña, la más importante de la región. Como afirma Horacio Lafer Piva, presidente de la principal cámara industrial de país, la FIESP13: “Esperamos en el nuevo gobierno nada menos que una transformación histórica. Que dejemos (el sector industrial N del R) de una vez esa fase de casi ostracismo. Precisamos acabar con esa pesadilla monetarista. El crecimiento de la industria debe volver a ser tema central de las discusiones”14. Así, por ejemplo, frente a la incorporación al gobierno de Lula de Luiz Fernando Furlan, uno de los grandes empresarios de la agroindustria paulista y gran exportador, conocido como “el hombre de la FIESP”, esta misma cámara empresarial declaró que: “... su designación es motivo de alegría para toda la clase productiva. En el cargo, él va a incorporar nuevos conceptos a un equipo15 que cada día apunta a estar más anclado en la unidad, ofreciendo la oportunidad, que tanto nos es grata, de la interlocución y reposicionamiento de la producción en el centro de la agenda de prioridades de Brasil... Es una gran conquista del Presidente electo Luiz Inácio Lula da Silva.”16 Esta participación se suma a la del vicepresidente José Alencar, el representante industrial más importante del Estado de Minas Gerais. Una encuesta realizada recientemente por encargo de la propia Federación Industrial de San Pablo, indica que el 77% del empresariado del estado es optimista con relación al éxito del gobierno de Lula y creen que su gobierno será bueno u óptimo17. Así, el nuevo gobierno, refleja un cambio en la “fracción” dominante de la burguesía18, más inclinado hacia los intereses de la burguesía “minera” y “paulista”, diferente a la alianza burguesa que sostuvo a Cardoso y su proyecto abiertamente “neoliberal”. Esto es, junto al rechazo de las masas a la aplicación de los planes neoliberales y sus aspiraciones de cambio, uno de los elementos centrales que explica que la burguesía haya apelado a Lula como variante de recambio. Así, buscan sustentar un nuevo plan, al que denominamos como “neo-desarrollista”, por los sectores y las ideas que lo fundamentan.

Este polo busca regatear mejores condiciones y asociar el capital extranjero al “esfuerzo productivo y al crecimiento”19. Este sector “neo-desarrollista”, está basado en un incentivo a la industria, a la política exportadora, a la sustitución de importaciones, para lo cual necesitará avanzar en las reformas tributarias y laborales. Como lo dice claramente el Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Lula frente a las negociaciones del ALCA, “nuestra disposición es la de buscar ventajas para los productos de interés para Brasil, pero sin asumir obligaciones que cierren totalmente el espacio para políticas internas de desarrollo, como políticas industriales o de salud”20. Todo esto evidentemente va a depender de la presión imperialistas y de las otras fuerzas burguesas internas que gozan de primacía en el mundo de la política del país.

El significado del “Pacto Social”

5 En este marco tenemos que analizar el nuevo “Pacto Social” que se está conformando. Es sintomático que la principal organización patronal-industrial del país (la FIESP) insista en la necesidad de que se monte una gran coalición “suprapartidaria” en dicho “Pacto”. Ellos tienen como imagen el Pacto de La Moncloa en España, con todas las diferencias del caso español como afirman. Contando con el gran apoyo político y la confianza de la que gozan Lula y el PT, este Pacto se explica entonces como un instrumento de un sector burgués, como lo señalamos más arriba, para conquistar una nueva “hegemonía” en el país, y para eso se hace necesario “establecer un nuevo compromiso” entre las clases, entre el capital y el trabajo. Este intento de establecer un nuevo bloque socio-político dominante, aunque sea un “equilibrio entre sectores heterogéneos”, tiene por objetivo superar la profunda crisis económica que impone nuevos pactos y acuerdos importantes. El nuevo “Consejo de Desarrollo Económico y Social” creado por Lula apunta en ese sentido. Está integrado por decenas de empresarios de los más importantes del país21, las mayores centrales sindicales como la CUT, Força Sindical, SDS y CGT y al que, desgraciadamente, la dirección del MST reclamó también participación. Demás está decir que en este nuevo Pacto, las que se han venido discutiendo también son medidas que irán contra los trabajadores: la reforma laboral, aumento del poder de la patronal para contratar y despedir y congelar salarios, eliminación de impuestos a los patrones para financiar programas sociales, mayor cohesión sindical, poder para renegociar contratos que invaliden las ventajas sociales legalmente establecidas de los trabajadores; reforma de las leyes sobre jubilaciones, que afectará enormemente a la población; reformas políticas sobre el sistema partidario que excluirá a los pequeños partidos, un ataque directo a los partidos de izquierda, entre otras. El nuevo Ministro de Hacienda y hombre del PT, Antonio Palloci Filho ya ha delineado las primeras prioridades del gobierno en esa área: “es necesario bloquear la indexación salarial y detener la inflación; sostener el acuerdo con el FMI, ganar confianza y derrumbar un poco el dólar; y sobre todo, avanzar en las reformas Previsional, Tributaria y Laboral, prioridades anunciadas por Lula.”22

El destino del nuevo Pacto y del Plan “neo-desarrollista” va a estar signado por la relación con el imperialismo. Por la crisis mundial no hay mucho margen para las burguesías nacionales, y todo esto dependerá de la actitud del imperialismo y del curso de la crisis económica. La política imperialista en la región busca conquistar los mercados internos para sus multinacionales desplazando a las burguesías locales, mientras cierra aun más sus mercados para los productos de la región; esto puede abrir roces y contradicciones entre este plan “neo-desarrollista” y el imperialismo, al menos con la política actual de la administración Bush. La propia embajadora norteamericana, Donna Hrinak, ya habla de negociaciones “duras”. Es evidente que estos sectores se pueden aprovechar del hecho de que con el agotamiento del Consenso de Washington aún no se ha articulado un nuevo plan imperialista claro. Es que es poco el margen para la implementación de un plan al estilo de los años ‘50, como el impuesto por Juscelino Kubistchek, en el auge del desarrollismo del país, pues son otras las condiciones históricas, y otras las políticas del imperialismo yanqui, donde importantes sectores imperialistas se beneficiaron ampliamente, incluso, estrategas imperialistas estuvieron por atrás de este impulso económico. Lo mismo ocurrió durante los planes de la dictadura militar, como por ejemplo, con la llamada “modernización” del campo, cuando grandes sectores del “agrobusiness” fueron beneficiados con la producción para el comercio mundial. Los tiempos son diferentes, y el plan “neo-desarrollista” puede no terminar de levantar vuelo, como advierte el sociólogo brasileño Emir Sader, por las recientes desginaciones del gobierno: “es imposible cambiar y hacer crecer al país si el gobierno no rompe la hegemonía del capital financiero. O Lula escapa de esa hegemonía o es devorado por ella.”23

Si Brasil avanza en un proyecto de este tipo, podría abrir una posibilidad para las alas vinculadas a los sectores “productivos” de las débiles burguesías latinoamericanas. Un plan de esta magnitud sólo es posible pensarlo en una escala regional, y de allí la insistencia de Lula para revitalizar el MERCOSUR, como ya se evidenció en su reciente viaje a Argentina. Pero, si ningún plan da resultado, por la crisis capitalista mundial, la presión imperialista y una tensión mayor entre las clases, se pueden aceclerar los ritmos y emerger luchas políticas más abiertas; esto podría conducir a una situación difícil de destrabar por las clases dominantes.

Entre crisis económicas y crisis políticas

6 A pesar de que en Brasil, durante su mayor pico de crisis económica, con las oscilaciones del dólar, en medio de la campaña electoral, donde cada día se tenía una cotización diferente, no irrumpió una crisis más profunda, al estilo de la Argentina, mostró en toda su magnitud la subordinación al FMI, a los Estados Unidos y la vulnerabilidad a las crisis financieras internacionales. En un reciente informe del Banco Central, se afirma que esa crisis del segundo semestre fue “superada”. Sin embargo, todos los indicadores actuales señalarían lo contrario. El aumento de la carestía de vida, el crecimiento del desempleo, el resurgimiento con fuerza de la inflación, el aumento de las tasas de interés, las abruptas oscilaciones de la moneda nacional y la caída del ingreso de los capitales extranjeros son sólo manifestaciones de una crisis estructural más profunda. El hecho de que, en lo inmediato, la posibilidad de un default pueda parecer fuera de la escena, no significa que esta perspectiva esté superada. Un informe reciente del FMI ubica a Brasil entre países como Uruguay, Paraguay, Ecuador y Venezuela, como candidato a un default en 2003, por las precarias finanzas públicas y la incertidumbre de la situación política. La inflación ha llegado al 10%, en cálculos optimistas, y el desempleo en San Pablo alcanza el nivel del 20,4%. Es verdad que la balanza comercial de este año arrojó un saldo a favor de 12 mil millones de dólares, pero esto no es señal de buena salud, más bien se explica porque con la desvalorización de la moneda se beneficiaron las exportaciones y disminuyeron las importaciones. Todo está ligado a la retracción de la producción industrial de una economía ya en recesión, y que necesita un financiamiento externo de 54,5 mil millones de dólares anuales para mantenerse funcionando.

Es por eso que si irrumpiera “el elemento catastrófico de la economía”, para utilizar una expresión del marxista italiano Gramsci, la crisis política puede dar un salto. Pero sabemos que una crisis económica se transforma en crisis política si alcanza al régimen y a sus instituciones. Las crisis económicas solamente pueden crear tendencias favorables a la quiebra del equilibrio. Sin embargo, “se puede excluir que, de por sí, las crisis económicas inmediatas produzcan acontecimientos fundamentales; apenas pueden crear un terreno favorable a la difusión de determinadas maneras de pensar, de formular y resolver las cuestiones que envuelven todo el curso ulterior de la vida estatal”24.

La mayoría de los partidos de izquierda le auguran una catástrofe económica al gobierno de Lula por su carácter y por sus opciones políticas. Llegan a compararlo incluso con el gobierno de De la Rúa. Pero no basta el elemento reactivo de la crisis económica capitalista, es necesario que ésta alcance a las instituciones políticas y los partidos, a su deslegitimización entre las clases explotadas y aliados. Pero aclaramos que, en la actual situación, si la crisis económica da un salto significativo, por ejemplo con la entrada en default, alcanzaría inevitablemente proporciones políticas de magnitud. Las ilusiones y deseo de cambios que marcan el giro a izquierda de las masas, también incorporan, por la positiva, la liberación de sus energías y el ya concreto “desplazamiento” de las clases medias del anterior proyecto hegemónico, poniendo a prueba la capacidad de contención del PT y su rol de salvataje del régimen de dominio. Es decir que la “incursión catastrófica del elemento económico” puede abrir una crisis de poder burgués que cuestione el “poder de contención” de cualquier fuerza política, con una posible irrupción del movimiento de masas. Es por eso que decimos que se puede abrir una crisis histórica fundamental producto de una combinación de crisis económica y acción de las masas.

A pesar de su importancia, la crisis de 1999 no fue lo suficientemente estremecedora para alcanzar al conjunto de las instituciones y el régimen. No devino en crisis social y política, justamente por la fuerza contenedora y auxiliar del PT, y también porque sectores de las masas, centralmente la clase media, aún se mantenían ligados al viejo proyecto hegemónico burgués representado por la unidad en torno de los planes “neoliberales”. Esto es lo que explica que el gobierno haya podido, sin que se desatara una crisis política, acabar con la paridad del real con el dólar (1x1), dando un golpe financiero a las clases medias y los asalariados. Lo que ocurrió es lo contrario a lo que afirma Armiño Fraga, de que la crisis fue superada por las medidas del Banco Central y del Ministerio de Economía; éstas pudieron “ayudar” en cuanto medidas “anti-crisis”, pero la contención social jugó un papel central en ese momento. En la situación actual, a pesar del altísimo descontento que se expresó en las elecciones, aún no se dio la incursión “catastrófica del elemento económico”, aunque se estuvo al borde de esto en octubre; así como tampoco se verificó la incursión de la acción de las masas ni antes ni después del triunfo del Frente Popular preventivo, aunque fuese al menos de sus sectores de vanguardia. Una combinación de ambos habría abierto una ruptura del equilibrio entre las actuales fuerzas políticas. ¿La burguesía brasileña ya salió de esta situación? No lo creemos, pues continúan incubándose y exasperándose todas las contradicciones, que se acelerarán o no según el curso que siga la situación internacional y la acción de las masas. Es que el elemento económico continúa siendo el motor de la “inestabilidad”. Pero en las nuevas condiciones, la “irrupción del elemento catastrófico” tendría consecuencias objetivas en el régimen de dominio, por alcanzar al propio PT -principal mediación en la cual se sustenta la burguesía para atravesar el próximo período- y demás instituciones.

El imperialismo, Brasil y la política continental y regional

7 Desde principios de los ‘90, con el “Consenso de Washington” y su auge “neoliberal”, la política norteamericana significó un salto en la colonización económica y financiera y en la sumisión política. Pero, en el último período, esta ofensiva imperialista se ha chocado con la creciente resistencia del movimiento de masas, y al mismo tiempo con una creciente reticencia de determinados sectores burgueses que buscan mejores términos de negociación. Los términos fundamentales de ese “consenso” -apertura, privatizaciones, garantías a la inversión extranjera, entre otros- ya no gozan de legitimación social y política. Tampoco se pueden recrear las expectativas de crecimiento económico de principios de los ’90. Esto está alimentando tendencias divergentes, no sólo en el alineamiento de los distintos países con Estados Unidos, sino al interior de cada uno de éstos con fracturas en el bloque burgués.

En Brasil, esto se viene expresando en toda su magnitud antes y después de las elecciones, con el nuevo sector económico que se intenta transformar en hegemónico con el gobierno de Lula. Por ejemplo, un nuevo sector se opone a negociar en las condiciones que imponen los Estados Unidos el tratado de “libre” comercio. Ellos no se oponen al ALCA sino que buscan mejores condiciones para la “inserción” brasileña25. Para la burguesía, se trata de limitar los peligros y aprovechar las oportunidades del bloque continental, y lograr que Washington reconozca en Brasilia a un interlocutor privilegiado y un poder regional26. Es de destacar que en el nuevo gobierno de Lula, Brasil deberá co-presidir con EE.UU. las negociaciones del ALCA, que deberían culminar en el 2005.

El nuevo presidente y parte de su equipo político se encontraron con Bush el pasado 10 de diciembre, y el mandatario norteamericano retribuirá su visita en abril del presente año. El encuentro, festejado por ambos, fue definido como “exitoso”. Uno de los portavoces de la burguesía paulista, el diario “Estado de San Pablo” saludaba las nuevas líneas del nuevo gobierno, “ya se sabe cuál será la relación con los Estados Unidos: fue definida por el cordialísimo y muy provechoso encuentro entre el presidente electo Luiz Inácio Lula da Silva y el presidente Bush, en la Casa Blanca. Se definió, también, por el proyecto, revelado tanto por Lula como por Aloizio Mercadante, de obtener un acuerdo comercial entre el Mercosur y los Estados Unidos, al margen del ALCA. Con respecto a la aproximación con China, India, Rusia y África del Sur, eso no es tercermundismo, ni iniciativa inédita del PT. Son países con grandes mercados y crecimiento más que satisfactorio, y que ya forman parte de la actual agenda del Itamaraty y del Ministro de Desarrollo, que recientemente enviaron misiones comerciales de nivel ministerial.”27 Mientras Lula se comprometía en que su gobierno apoyaría una eventual guerra contra Irak, dentro de los marcos de la ONU, también le pedía a Bush que interviniera junto al mercado financiero para que los bancos norteamericanos reabrieran sus líneas de crédito para Brasil, además de buscar una “salida conjunta” a la crítica situación venezolana. “Crédito, crédito, crédito” fueron las tres cosas que el nuevo gobierno le pidió al Subsecretario del Tesoro de los Estados Unidos, Kenneth Dam.

En esto se enmarca lo que afirmó el NYT, inmediatamente después de las elecciones: “Los inversionistas extranjeros y las instituciones financieras deben ofrecer al nuevo gobierno algún margen de maniobra y comprender el acto político de Lula... Para el gobierno de Bush, el triunfo de Lula representa una oportunidad única en el momento en que los países latinoamericanos se vienen sintiendo justificadamente postergados por Washington. El presidente Bush se debe comprometer con Brasil en discusiones más estrechas y respetuosas sobre un acuerdo comercial para el hemisferio, además de ser más comprensivo para con los problemas financieros del país. Tal actuación ayudaría a decepcionar a aquellos que esperan que el resurgimiento de la izquierda en América del Sur sea seguido por un renovado antiamericanismo”. En otras palabras, los Estados Unidos están preocupados con la inestabilidad política de la región y por evitar que se propaguen “incendios” al estilo de Venezuela. Es por eso que la política de Brasil y su nuevo gobierno en la región se vuelven relevantes para los Estados Unidos, al mismo tiempo que proyecta la importancia política como “potencia” regional de la cual se intentará sacar provecho28. Y Lula puede prestar excelentes servicios al imperialismo norteamericano. “Vamos a mirar con especial atención a nuestros vecinos sudamericanos, porque podemos ser promotores de la estabilidad política, económica y social de la región, en el marco de la paz y de la democracia”29 afirmó Lula a Bush recientemente.

De la misma manera que una relación “más próxima” con Brasil, por parte de Bush, representa evitar una crisis financiera aún más profunda de manera de proteger los intereses de las corporaciones norteamericanas, también lo es con relación al resto de los países de América Latina. Como señala el Financial Times, “una colaboración mayor entre Lula y Bush contribuirá para amenizar tensiones regionales y para cubrir la ausencia de una política para la región, que se hizo evidente después de los ataques del 11 de septiembre del año pasado. El pasado izquierdista del presidente electo y su talento para la negociación, bien como el capital político concedido por la enorme votación conquistada en su victoria de octubre, significan que él podrá ser un aliado indispensable. La grave crisis política de Venezuela... podrá representar un test para esta perspectiva.”30 Y es que, por lo que todo indica, el nuevo gobierno dará prioridad a América del Sur, como el impulso del área económica de la región sur, para desde allí negociar con el imperialismo de modo que a cambio de concesiones económicas, pueda prestar sus buenos servicios políticos.

La iniciativa del nuevo gobierno del fortalecimiento político e institucional del MERCOSUR –hoy en ruinas-, es un intento por parte de Brasil de oponer un “bloque sudamericano” y utilizarlo para negociar en mejores condiciones la inserción en el ALCA31. Esto es muy importante porque abrirá con seguridad un período de negociaciones y forcejeos con EE.UU. para dirimir los diferendos, y con las fricciones que un realineamiento así implicaría, se abren múltiples grietas para nuevos fenómenos políticos. Sin cuestionar la subordinación al proyecto imperialista, se busca un “compromiso” (entre las apetencias del capital extranjero, el “esfuerzo exportador” y el mercado interno) que garantice determinados márgenes de protección para los sectores burgueses ligados al mercado interno –grandes grupos económicos nacionales y empresas transnacionales- que afrontan grandes riesgos en caso de una negociación “desventajosa” del ALCA. Se trata de un programa defensivo, “neo-desarrollista”, que busca asociar al capital extranjero al mismo tiempo que defender ciertos espacios internos para la acumulación. El resultado electoral en los Estados Unidos, con el importante triunfo de los republicanos, va a profundizar el curso de la administración Bush, probablemente con una política exterior más agresiva. Pero la política norteamericana es pragmática. Ya veremos como se reflejará en América Latina.

La situación del movimiento obrero y de masas

8 Las masas se expresaron en estas elecciones hasta donde el régimen parlamentario burgués y el freno de la burocracia sindical se lo han permitido. ¿Cuáles serán los ritmos para que se exprese también en la forma “extra-parlamentaria”? ¿Cuáles serán los ritmos de su experiencia con el gobierno Lula-Alencar? Las sucesivas etapas de este camino no podrán realizarse sino en relación con acontecimientos políticos, bajo el impulso de nuevos movimientos de masas, y los cambios fundamentales sobre el estado de ánimo de las mismas.

Actualmente existe una crisis en la subjetividad del proletariado y de las masas, en que pesan los años de ofensiva burguesa-imperialista sobre sus propios hombros, y el salto en la subordinación de las viejas organizaciones dirigentes al orden burgués. La confianza en sus propias fuerzas, que se había comenzado a construir durante el gran ascenso obrero del 79-81, con el surgimiento incluso de un fuerte proceso de comisiones de fábricas que sentaban las bases para una política independiente, fue siendo minada por la dirección reformista del PT, y los golpes de la reacción, lo que llevaron a liquidar del imaginario colectivo la idea misma de un cambio social radical32. Los sectores más perspicaces y activos no se sienten parte de esa colosal fuerza social y política que representa en potencia el proletariado, como llegó a plantearse a finales de los ‘70. Con el peso del reformismo, hoy en el gobierno, el resurgir de la subjetividad de la clase obrera será un proceso tortuoso, desigual y contradictorio, y no estará exento de derrotas y fracasos.

En Brasil, una nueva subjetividad revolucionaria y la conciencia del proletariado deberá ser forjada en las inevitables derrotas, vacilaciones y triunfos, que sentarán las bases para la superación de la crisis de dirección revolucionaria de las masas, en combate a muerte con las direcciones reformistas y centristas. Solamente bajo esta experiencia podrá surgir un movimiento revolucionario de masas real, que supere el reformismo petista y a las variantes claudicantes de las corrientes centristas. La experiencia que puedan librar las masas con la dirección pro-burguesa del PT, ahora en el gobierno, dependerá centralmente de esos combates que venimos señalando. Pero a pesar de esto, el régimen brasileño, con el nuevo gobierno de Lula, se enfrenta a la contradicción de tener que dar al menos una respuesta a las aspiraciones mínimas del movimiento de masas. Y éstas no pueden ser satisfechas apenas con planes asistenciales, sin atender las causas estructurales que provocan el alza del costo de la vida, la caída de la renta y de los salarios, y el desempleo. Pero esto sólo será posible enfrentando los intereses patronales. Cuestión que en el marco de la crisis económica interna y externa le será difícil y puede llevar a un surgimiento de grandes luchas y una radicalización de las mismas. Entonces es importante, para poder avanzar, comprender cómo se podrá moldear el estado de ánimo del movimiento de masas. ¿Cómo se manifiesta? ¿Cuáles son sus características? ¿Cuál es el ritmo del proceso, en qué dirección apunta?

No puede descartarse que el gobierno de Lula, tras la “luna de miel” con las masas y el imperialismo, dé lugar a un nuevo proceso de luchas obreras y populares, inicialmente motorizado por las ilusiones, pues en el proyecto “reformista democrático” no parece haber lugar para concesiones económicas de gran peso a las masas. Como afirma la Folha de San Pablo: “Si FHC consiguió mostrarse perseverante en el camino de las reformas modernizantes –o principalmente- en los momentos más críticos, ¿cuál será la reacción del PT cuando las grandes expectativas de sus electores comiencen a ser frustradas? Y, si el país vuelve a enfrentar crisis externas de grandes proporciones, ¿la actitud pro-mercado será sostenida?” Entra a jugar aquí el papel de las clases medias que fue un elemento importantísimo que contribuyó al triunfo de Lula, producto del hecho de que las clases medias, temerosas de perder la estabilidad que ya veían debilitada por el agotamiento de los planes neoliberales, pasaron a la oposición al gobierno de turno. Pero sabemos que la clase obrera junto con los otros sectores serán golpeados, ya que todas las formas de pactos y compromisos entre los diferentes sectores sociales dominantes no darán solución a los problemas acuciantes del país. Nuevos ataques, aunque maquillados, determinarán una reacción de las masas, que puede actuar como catalizador para su propia movilización, volviéndose contra el gobierno y el régimen. Lula prometió utilizar toda la fuerza de su régimen para reprimir las ocupaciones “ilegales” de latifundios, es decir, los programas de las organizaciones de los trabajadores sin tierra. En este sentido será necesario acompañar el descontento social de los estratos intermedios, y qué es lo que podrá provocar tal desmoronamiento. No está descartado que un resurgir de luchas pueda devenir del importante movimiento campesino sin tierra -que tuvo un importante ascenso nacional en la segunda mitad de la década del ‘90-, cuando Lula no pueda satisfacer sus demandas.

Sin embargo, con relación al movimiento de masas, en el gobierno de Lula deben primar los planes más asistencialistas (diferenciándose de un reformismo más clásico), basado en concesiones mínimas, y probablemente en un primer momento, sin ataque directo a los trabajadores, o con ataques más “maquillados” a sectores de la “aristocracia obrera” combinados con políticas de carácter más amplio de contención. El tan afamado “Pacto Social” que se está negociando, las treguas ya declarada del MST y de la CUT al gobierno de Lula, actuarán como contratendencia o freno a posibles acciones de las masas. Esto significa que el movimiento obrero y popular tendrá que superar grandes barreras para salir a la lucha política. Pero no existe una muralla china que no pueda ser franqueada por las masas, que impida su accionar político; para ello los factores internacionales, centralmente el proceso avanzado de las masas argentinas, contribuirán al despertar político en sus acciones directas y sus propios métodos de lucha.

Pero aunque los ritmos de la situación nacional fueran más lentos durante un período, debido a la fortaleza relativa del régimen democrático burgués y la existencia de una mediación como el PT, flanqueada por la CUT y la dirección del MST; el hecho de que haya importantes contradicciones interburguesas abiertas, la posibilidad de mayores roces con el imperialismo norteamericano y las postergadas expectativas entre las masas, podrían terminar gestando un giro decisivo hacia la desestabilización y un posible ingreso de las masas obreras brasileñas en la escena política.

El carácter del futuro gobierno y las tendencias generales

9 En el momento en que escribimos este artículo, Lula ha asumido el gobierno. Están definidas la conformación de su gabinete y las alianzas en el parlamento. El pacto parlamentario del PT con el viejo partido derechista PMDB, negociando la presidencia de las Casas del Congreso, aunque todavía no se consolidó, está bastante encaminado. El presidente electo incorporó a su gabinete a miembros del sector industrial y empresarial, a los partidos PPS, PDT, PSB, PTB, y además, claro, a sus aliados de primera hora, el PCdoB y el PL.

Pero Lula y los hombres fuertes del PT sorprendieron a “amigos y enemigos” en la composición del gobierno. Un ex-presidente mundial del Bank Boston hasta agosto pasado, el segundo mayor acreedor de la deuda externa brasileña, y reciéntemente electo diputado federal por el PSDB, el partido de FHC y Serra, con la mayor cantidad de votos por el estado de Goiás, ocupa el cargo de presidente del Banco Central. Enrique Meirelles es el primer brasileño en presidir la Cámara de Comercio Americana, y comparte un lugar en el New York City Investment con el magnate David Rockefeller y es el único extranjero entre sus 22 consejeros33. Un ex-asesor del FMI, un hombre fuerte en el Forum Económico Mundial de Davos, y uno de los mayores empresarios paulistas de la agroindustria y gran exportador, Luiz Fernando Furlan, es el nuevo Ministro de Desarrollo de Industria y Comercio34. Además, vinculado también al PSDB (aunque sin filiación) vía José Serra por quien hizo campaña en la reciente elección presidencial. Para Relaciones Exteriores, Celso Amorin, un ex-Ministro de Itamar Franco y ex miembro del gobierno de José Sarney, también vinculado al PSDB, aunque sin filiación, al igual que el desginado para el Ministerio de Agricultura, Roberto Rodríguez, el hombre de los grandes agronegocios brasileños35. Y por sobre todo, la presencia como vice-presidente del gran empresario textil José Alencar36. Estas son algunas de las figuras más destacadas, sin mencionar otras personalidades de estos sectores que están en cargos de primer, segundo y tercer escalón, en diversas dependencias gubernamentales. Evidentemente la mayoría de los cargos en el gabinete son ocupados por representantes del PT, en todas sus alas, incluso en cargos claves como el Ministerio de Hacienda, Minas y Energía, entre otros. Hasta un miembro de la Iglesia Católica ocupa un cargo de primera jerarquía en el gobierno de Lula, como el Obispo de Duque de Caixias, Mauro Morelli. Esto es más que suficiente para comprender la “anatomía” del nuevo gobierno. Lula será el fiel de la balanza entre todos estos sectores y el resto de los aliados, como los cargos que ocupará extensamente el PT en las áreas sociales37.

Pero más allá de la participación de todos estos sectores, el gobierno de Lula será un gobierno burgués de Frente Popular preventivo en el que el PT compondrá la mayoría del futuro gabinete con sectores concentrados de la burguesía. El actual gobierno no tiene un carácter de “unidad nacional”, aunque pueda tener algunos rasgos por su composición partidaria y el empresariado. Pero si en el futuro se perfilará un gobierno con más carácter de unidad nacional, con la presencia de otros partidos de mayor peso abiertamente38; o un gobierno más al estilo laborista conformado exclusivamente por el PT pero con grandes pactos en el Parlamento; o a un Frente Popular de carácter más clásico, dependerá de cómo se desarrolle la correlación de fuerzas entre las clases en el país y la relación con el imperialismo en el futuro próximo. Dependerá de la dinámica de la situación, pero centralmente de la acción del movimiento de masas, si éste sale a la escena política, ejerciendo una profunda presión sobre el gobierno de Lula, generando “un giro a la izquierda” de éste, abriéndose la hipótesis de un frente popular más clásico.

Trotsky señalaba que “el gobierno de los países atrasados, sean coloniales o semicoloniales, asume en general un carácter bonapartista o semibonapartista (...) El gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía y el relativamente poderoso proletariado. Esto confiere al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de índole particular. Se eleva, mejor diciendo, por encima de las clases”. En el caso del gobierno de Frente Popular de Lula, de un país semicolonial, dependerá también de esta relación. Siendo así, se pueden abrir dos grandes tendencias generales, a) si la crisis económica se agrava o se va a un default, el gobierno de Lula puede verse obligado a “apoyarse” en las masas generando roces con el imperialismo configurándose, en cierto sentido, un gobierno más bonapartista sui generis, de izquierda; b) si “irrumpe el elemento catastrófico de la economía”, el gobierno podría apoyarse en el imperialismo, avanzando a un bonapartismo de derecha contra las masas. Estas dos variantes significarán tirar por los aires todo y cualquier proyecto “neo-desarrollista” que hemos descrito más arriba.

Evidentemente, estas variantes son tendencias bastantes generales, y en la medida en que no irrumpa “una situación catastrófica de la economía” como tampoco la acción del movimiento de masas, se pueden abrir variantes más intermedias. Si el costo de vida continúa aumentando, agravando sensiblemente las condiciones de existencia, -por ejemplo, con una seguidilla de semi-tarifazos, como los aplicados por el gobierno de Cardoso-, puede llevar a que el gobierno de Lula sea recibido por amplios sectores de los trabajadores y el pueblo, con un paquete de reivindicaciones que no pueda satisfacer en lo inmediato. Si la(s) crisis se expresa(n) por una combinación de diversos fenómenos, esta inestabilidad puede llevar a un proceso de “diversas gradaciones” de bonapartismo a izquierda o a derecha dependiendo de la situación. Siendo así se puede constituir como un tipo de gobierno que incluya cierto “grado” de bonapartismo para garantizar el “compromiso entre las clases”. Esto se expresaría vía los grandes pactos de carácter económico-sindical y político-partidario, como el que se está impulsando. La actual composición del gobierno de Lula ya tiene algunos de estos elementos, donde tenemos los sectores concentrados de la burguesía en ministerios claves, y sectores del PT, hasta de la DS, en otros ministerios no menos claves, todo esto sustentado en el gran pacto montado por Lula. De acelerarse la crisis por diversas causas, esto tenderá a acentuarse cada vez más, lo que pueda expresarse en el futuro en las dificultades de formar equipos de gobierno, que expresen este “compromiso entre las clases”, y en la inestabilidad del mismo. En la actual composición gubernamental, Lula ocupa el eje central. También es importante remarcar que existe una mayoría conservadora en el Parlamento, y que la mayoría de los Estados son gobernados por el PSDB, PFL, y el PMDB. Es por eso que un gobierno con la preponderancia central del PT, y con la figura de Lula como gran eje, puede abrir un gobierno de estas características, y el sistema político brasileño lo permite.

Definitivamente, para aproximarnos a una sintonía más fina de los nuevos fenómenos que se puedan abrir, debemos comprender, por ejemplo, que las diversas variantes se definirán por el equilibrio de las fuerzas fundamentales, haciéndose necesario considerar las relaciones que intervienen entre los sectores principales (diversidad económica, social, etc.) de esas fuerzas centrales y las fuerzas auxiliares que están sometidas a la influencia del sector hegemónico, en el caso de la burguesía. En el caso del proletariado, la probable acción de los millones de campesinos sin tierras en el campo y sectores populares cada vez más empobrecidos de las ciudades. En el caso de la burguesía, podríamos decir que ella dispone, con la absorción del PT al régimen de dominio, de un sistema de fuerzas favorables, con aliados reales y potenciales. Desde este punto de vista, con la incorporación del PT, la clase dominante tiene mucho a su favor.

Pero como sostenemos en este artículo, dentro de una relación dialéctica, en la medida en que el gobierno del PT fortalece relativamente al régimen democrático burgués, su incorporación es una expresión de la degradación de la democracia burguesa. En el conjunto de la situación se abren grandes elementos contradictorios aún indefinidos. Es por eso que Lula, puede terminar preso de sus propias contradicciones, o de sus “miedos” como dicen algunos analistas. “Miedo” del despertar del movimiento de masas, de que lo que se expresó en forma parlamentaria el 27 de octubre, se exprese de forma extra-parlamentaria frente al incumplimiento de las promesas y las demandas. Y “miedo” de aparecer frente a sus aliados de la burguesía como “instigador de la intranquilidad”, no por voluntad propia, sino por no poder conjurar las mismas fuerzas que él mismo liberó.

En la actual situación, tras el triunfo de un Frente Popular preventivo, toda formulación política y programática debe tener en cuenta el alto grado de ilusiones que el movimiento de masas tiene en Lula. Los revolucionarios no compartimos tales ilusiones, pero “deberemos utilizar profundamente lo que de progresivo se oculta” en ellas. Pues se trata de ilusiones en un gobierno que sectores importantes de los trabajadores lo verán como “suyo”. Sabemos que las ansias de cambios expresadas en las elecciones y depositadas en el nuevo gobierno, tarde o temprano chocarán con la realidad de un reformismo que no podrá dar satisfacción a las necesidades más profundas de los trabajadores y el pueblo. Deberemos acompañar las experiencias que la clase obrera y las masas vayan haciendo con el gobierno de Lula, peleando por la independencia política del movimiento obrero, hoy sometido a una alianza con sus explotadores, por su organización democrática y por la construcción de un partido obrero revolucionario.

NOTAS

1 Para una amplia mayoría de analistas políticos, el triunfo electoral del Coronel Gutiérrez en Ecuador se encuadra en esta influencia internacional, como también esta influencia se expresa en el nuevo aire a determinados sectores políticos argentinos como el dirigente de la Central de Trabajadores Argentinos, Víctor De Gennaro, y la centroizquierdista, Elisa Carrió, entre otros.

2 France Press, diciembre, 12, 2002.

3 Sabemos que la exclusión del movimiento de masas como factor actuante ha sido un elemento central para que el PT haya podido llegar al gobierno. El fuerte peso de la dirección del PT, su capacidad de disciplinar sus alas de izquierda, el control sobre amplios sectores de las masas, consiguieron evitar, por ejemplo, que los sindicatos hicieran huelgas o que los campesinos sin tierras ocuparan tierras, durante todo el período precedente a las elecciones.

4 Los varios años de gobiernos del PT en las ciudades y estados, el peso del movimiento sindical por el control de la CUT, la estrecha relación con la Iglesia Católica y los movimientos sociales de la ciudad y del campo, como el MST; todo eso hace del PT una alternativa real de la burguesía concentrada nativa para impedir el estallido de crisis revolucionarias, por su estructura de contención del movimiento de masas, consiguiendo navegar en mares bravíos.

5 Basta ver que en Venezuela, por ejemplo, tras la acción victoriosa de las masas contra el golpe en abril, y frente a la nueva ofensiva golpista hablan de proponer una salida “constitucional”, para resolver la “cuestión” Chávez sin enfrentamiento directo. Y Lula, bajo previo acuerdo con Bush, envió un “emisario personal” para lidiar con la crisis venezolana, y buscar una salida “institucional”. Un día después de su pose, el 2 de enero, Lula se entrevistó con Chávez, en la capital Brasilia, después de haber autorizado el envío de buques cisternas cargados de gasolina, frente al desabastecimiento del país. Es de destacar también, la importancia que dio Lula, a la cuestión sudamericana, por el papel político que puede cumplir el país, frente a los países en crisis, en su primer discurso como presidente efectivo el 1 de enero de 2003.

6 El prestigio del reformismo, principalmente en América Latina, ha permitido a esta corriente política servir con eficacia a los intereses burgueses. El gobierno Lula-Alencar, por todo eso, será de gran utilidad para las necesidades objetivas impuestas por la crisis estructural del capitalismo. Permitiendo esto, no sin contradicciones, la aplicación de medidas duras combinadas con discursos de izquierda, “red de contención”, frentes de trabajo, distribución de canastas básicas y hasta tierras controladas, viviendas, cooperativas, etc. y con dosis de represión cuando se haga necesario.

7 A lo largo de todo un período observamos una “absorción” del PT por el régimen de dominio y por el Estado. Este proceso fue favorecido por los acontecimientos internacionales de los años ‘89-‘91 y, en estrecha relación con esto, la brutal ofensiva capitalista de los años ‘90, en todos los planos, que tuvo fuertes repercusiones en todos los países. Sin embargo, este proceso no se dio en un solo acto, es decir, primero se desarrolló en el nivel de una “absorción molecular” vía los cargos parlamentarios, la preponderancia de las personalidades políticas y sindicales y, a partir de aquí observamos una “absorción” de toda una elite, de todo un “grupo”, de toda la dirección del PT. Este proceso que se empezó a desarrollar a mediados de la década de los ‘80, dio un salto en la década de los ‘90, al calor de los procesos políticos internacionales y nacionales.

8 “El Capital“, Tomo 3, Volumen 7, pag. 774. Siglo XXI Editores. Marx hace esta referencia, cuando analiza las circunstancias de la Iglesia Católica, en la Edad Media, en cómo formó su jerarquía sin tener en cuenta estamento, cuna o fortuna incorporando a las mentes mejor dotadas del pueblo, y que constituyó uno de los medios principales para consolidar la dominación clerical y el sojuzgamiento del estado laico.

9 El resultado objetivo de la “absorción” del PT es la “renovación y preservación” de la dominación o la continuidad del régimen de dominio burgués. Para esto es necesario que todo “mude” para que todo permanezca, tal como el ilustrado mote del “gatopardismo”, que quedó marcado en el proceso del Risorgimento italiano del siglo XIX. Esto es fruto del agotamiento del “Consenso de Washington”, del “agotamiento” de los planes “neoliberales”, de la crisis económica mundial estructural del sistema capitalista, de la gran insatisfacción del movimiento de masas que se expresa en fenómenos avanzados con acciones independientes como en Argentina, o en la forma electoral en Brasil. Se hace necesario “cambiar”, maquillar el régimen con la “absorción” de las elites del PT para que todo permanezca “igual”, distanciando, o intentando distanciar cualquier perspectiva de acción del movimiento de masas. Será necesario ver hasta qué punto esto se consolida, que vaya “moldeando” al régimen de dominio.

10 Obviamente, se podrá a ir a esto en el futuro, una vez consolidado estructuralmente el proceso, pero no lo es en el momento, y dependerá del desenlace del nuevo gobierno, si consigue navegar en medio de las profundas contradicciones o sucumbe frente a ellas.

11 El resultado práctico de la “absorción” de PT, es el codominio de la gobernabilidad, en función de la “responsabilidad conjunta” como le gusta decir a Lula, garantizando el orden. Digamos que la crisis brasileña se pretende “neutralizar” por la capacidad del régimen de “absorber” a las elites del reformismo, aprovechando las ilusiones y aspiraciones en el PT y centralmente en Lula. Así como los partidos socialdemócratas actuaron, en general, integrándose pasivamente al orden, o sea, siendo hegemonizados por el capitalismo y las clases dominantes. El peso del régimen y del Estado consigue incorporar al PT, no porque los petistas sean “incapaces” de elaborar una “alternativa estratégica” (confusión sembrada por el centrismo brasileño que califica las políticas de estos sectores como meros errores) y sí porque se colocan por dentro del propio régimen.

12 Una de las revistas paulistas, vinculada a estos sectores, habla de la siguiente manera del nuevo gobierno: “Gobierno de la Producción. Las informaciones dadas a Washington por la embajadora Donna Hrinak dan cuenta de que el presidente electo de Brasil va a mostrar que precisa del comercio con los EUA para satisfacer, a medio plazo, a los empresarios que apoyaron la candidatura del PT al Planalto. Contra las manifiestas dificultades naturales, los ideólogos y articuladores del PT del área de comercio exterior evalúan que son los Estados Unidos, no Europa ni países como China e India, que pueden más rápidamente ayudar al gobierno de Lula a cumplir una de las obsesiones de la de campaña: ser un gobierno de la producción y movilizar el Estado para la generación de empleos y exportación... En todo diferente del “financismo” que se transformó en razón de ser del gobierno Fernando Henrique Cardoso-Pedro Malan.” Revista ”Primera Lectura”, diciembre, 2002.

13 Federación de las Industrias del Estado de San Pablo.

14 Entrevista a Folha de São Paulo, diciembre 13, 2002.

15 Se refiere al nuevo equipo de gobierno de Lula.

16 Nota oficial de la Federación de las Industrias del Estado de São Paulo (Fiesp), firmada por su presidente Horacio Lafer Piva, frente a la designación de Luiz Fernando Furlan como Ministro de Desarrollo, Industria y Comercio.

17 Encuesta coordinada por la Fundación Getulio Vargas, realizada en el período del 28 de noviembre al 2 de diciembre, y divulgada por la FIESP, el 17 de diciembre del corriente año.

18 Caracterizar las fracciones burguesas no es un problema de solución tan simple como parece, debido a la multiplicidad de vínculos entre los diversos sectores, y no son pocas las veces, en que las mismas personalidades, ocupan lugares destacados entre los intereses diversificados. Sin embargo, en grandes trazos, y con estas salvedades, es posible distinguir claramente diversas fracciones. La literatura marxista, ha abordado esta cuestión con una gran amplitud.

19 En una entrevista reciente el nuevo Ministro de Hacienda fue cuestionado por las señales de “continuidad”, ya dadas por el nuevo gobierno, por la designación de Meirelles al Banco Central. Ante la pregunta de para cuándo ocurrirá el “cambio, Palocci respondió que: “El gobierno del presidente Lula no precisa postergar la estructuración de un proyecto de cambio, un modelo de desarrollo socialmente sustentable y económicamente seguro. Es difícil alcanzar altas tasas de crecimiento en el primer año porque vamos a trabajar en el plano macroeconómico con una restricción muy grande: Presupuesto restricto, política monetaria para combatir la inflación y un tipo de cambio más alto aún. Se puede comenzar a hacer algunas cosas”. Entrevista a Folha de São Paulo, 22 de diciembre de 2002.

20 Entrevista a Folha de São Paulo, 18 de diciembre de 2002.

21 Horácio Lafer Piva, presidente de la Fiesp; Alencar Burti, presidente de la Asociación Comercial de San Pablo; Gabriel Jorge Ferreira, presidente de la Federación de los Bancos (Febraban); Paulo Skaf, presidente de la Asociación Brasileña de las Industrias Textiles (Abit); Luiz Fernando Furlan, presidente del Consejo de Administración de la “Sadia”; Eugênio Staub, propietario de la empresa Gradiente; Abílio Diniz, presidente del grupo “Pão de Açucar”, apenas para nombrar los que representan algunos de los sectores más importantes de la burguesía brasileña.

22 Estado de São Paulo.

23 En entrevista a Estado de São Paulo, 16 de diciembre de 2002.

24 Antonio Gramsci. Maquiavelo, Estado y Política. Pág. 52.

25 “A los empresarios brasileños les interesa el Alca, pero importa sobre todo que el país tenga una estrategia de supervivencia en caso de impasse total, como demuestra el director de la Asociación de Comercio Exterior de Brasil (AEB): ‘No puedo abrir mano del mayor mercado del mundo. La Embraer, por ejemplo, que manda para los EUA 25% de su producción, quebraría’. Salir del impasse de una negociación cada vez más embarazosa del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y crear alternativas concretas de aumento del comercio exterior forma parte de la promesa del PT para cambiar el norte de la política económica: del sector financiero hacia la producción”. Revista ”Primera Lectura”, diciembre, 2002.

26 En su primer discurso oficial, el 1 de enero, Lula enfatizó la exigencia de Brasil de ocupar un lugar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

27 Estado de São Paulo, 17 de diciembre de 2002.

28 Lula, como afirmó en una editorial el periódico The New York Time, en la edición del 22 de noviembre, “puede ser la alternativa ni izquierdista ni populista de alianza que dé alguna credibilidad a la política del gobierno Bush para América Latina”.

29 Clarín, 11 de diciembre de 2002.

30 Diario inglés Financial Time, 12 de diciembre de 2002.

31 “El gobierno de Lula tiene una carta intermedia para esa bilateralidad [un posible acuerdo bilateral Brasil-EUA] Oficialmente, además de no abandonar las negociaciones del Alca, presentará como prioridad la negociación de un acuerdo del Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay) con los EUA, el llamado 4+1. Eso es lo que mejor sirve a los propósitos económicos y políticos del PT: cumple la promesa de ayudar a erguir el convaleciente Mercado Común del Sur y camina para una negociación bilateral que funcionaría como atajo experimental para el ALCA.” Revista ”Primera Lectura”, diciembre, 2002.

32 Es de destacar el papel de las corrientes centristas en todo este proceso.

33 Henrique Meirrelles es acusado actualmente de haber obtenido ganancias inapropiadas con la desvalorización de la moneda en 1999, cuando ejercía funciones en el Banco de Boston. NYT, 22 de diciembre de 2002.

34 De acuerdo con informaciones recientes, la compañía de Luiz Furlan debe US$160 millones al Banco Nacional de Desenvolvimiento Económico y Social (BNDES), que forma parte del ministerio que él administrará y en el pasado fue acusado de renegociar en términos altamente favorables los préstamos a personalidades políticamente influyentes. NYT 22 de diciembre de 2002.

35 Roberto Rodríguez es cuestionado actualmente por su gestión para la aprobación de un préstamo de US$3,6 millones para su sector, cuando tuvo un cargo en un gobierno estadual hace algunos años. NYT 22 de diciembre de 2002.

36 José Alencar ha admitido que su compañía textil, la segunda mayor del país, está siendo investigada por acusaciones de fraude en compras de algodón en subastas promovidas por el gobierno. Su hijo admite haber manipulado los precios del algodón para ser incluido en el esquema de subsidios del gobierno.

37 “El futuro ministro de Hacienda, Antonio Palocci, afirmó que la formación del ministerio del gobierno de Lula representa a construcción ‘de un nuevo momento que puede parecer más distante del PT, pero que es una opción por la producción’“. “Último Segundo“, Transición, 20 de diciembre de 2002.

38 Debido a desacuerdos con el PMDB, este no ocupará cargos en el gobierno. Pero fueron tensas las negociaciones, y aún se mantiene abierta la posible presencia de este sector en un futuro no tan lejano.

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